Debate Estado Nación
Rajoy no pide un adelanto electoral pero lo ve cerca
MADRID- Mariano Rajoy replicó ayer al plan de ajuste del Gobierno con uno propio, que fijó como condición previa para plantearse su apoyo a las medidas del Ejecutivo: su estrategia consistió en jugar la carta de defender que se podían hacer otras cosas antes que las propuestas por Rodríguez Zapatero y marcar como línea roja prácticamente infranqueable la congelación de las pensiones. El Congreso parecía ayer el mundo al revés por la inversión de papeles. El jefe del oposición se vistió con el traje de justiciero de los derechos sociales, con el que tan cómodo se siente Rodríguez Zapatero, y se negó a que se impongan recortes a los más débiles sin afrontar antes un plan completo de reestructuración del gasto público. Ésa fue su vía de escape para no comprometerse ni hacerse corresponsable de los «tijeretazos», sobre todo el de los pensionistas. Y ésa fue también su manera de darle el golpe al presidente en donde más le duele.A diferencia de otros grupos parlamentarios, el PP acudió ayer a ciegas al debate y eso se notó en la primera intervención de Rajoy, quien siguió su guión sin ajustarlo en un primer momento al golpe en la mesa del presidente del Gobierno. Tras el primer «cara a cara» la dirección popular activó un despliegue en los pasillos de la Cámara casi sin precedentes. María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Esteban González Pons, Cristóbal Montoro, Fátima Báñez... Todos a una para dar mascado el argumentario que previamente había utilizado Rajoy ante el Plenario. Simplificando, la columna vertebral del discurso popular pasa por echarle en cara al jefe del Ejecutivo que haya optado por la vía «más fácil» del ajuste, la de cargar sobre las clases «más débiles», en vez de haberse sentado a racionalizar un plan previo de reestructuración del gasto público, que implique a las comunidades, y que podría haber evitado –asegura– medidas tan dolorosas como la de recortar el poder adquisitivo de los pensionistas. Rajoy no cruzó la línea de reclamar elecciones anticipadas, dimisiones o amenazar con mociones de censura, pero en pasillos el PP sí propagó la especie de que ese anticipo electoral está hoy más cerca que nunca. Si la situación económica es difícil, la política es «insostenible» porque el debate de ayer dejó en evidencia que Zapatero se ha quedado sin apoyos de un lado y de otro. Por supuesto, las minorías de izquierda tampoco secundan su decisión de saltarse algunas de sus líneas rojas en el discurso social y no parecen estar por la labor de servirle de báculo en su más dura travesía desde que llegó a La Moncloa.Por tanto, en el horizonte cercano hay dos puntos de inflexión que pueden determinar, asimismo, si Rajoy se decide por fin a arriesgar y pasa del terreno discursivo a promover algún tipo de iniciativa política contra el Ejecutivo: por un lado, la negociación del nuevo techo de gasto; y, por otro, la de los próximos Presupuestos Generales del Estado. Tal y como ayer quedaron marcadas las cartas es evidente que el Gobierno tendrá que hacer más que piruetas para arañar los apoyos necesarios, y a ese escenario miran ya con expectativas los populares. Su tesis es que a medida que se aplique el ajuste para tranquilizar a los inversores, crecerá la soledad parlamentaria del Ejecutivo y el descontento social. El vicesecretario de Comunicación, Esteban González Pons, le puso ayer el cascabel al gato y proclamó que cada vez hay más motivos para un adelanto electoral y para que los ciudadanos decidan quién debe hacer los recortes. Como era previsible, las comunidades del PP tampoco ofrecieron oxígeno a Rodríguez Zapatero. El gallego Alberto Núñez Feijóo, como portavoz, dijo que las autonomías no pueden en ningún caso «pagar la factura» del déficit de los socialistas.
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