Parados de larga duración
Despido más barato
Tras meses de complicado y difícil diálogo social, el Ejecutivo entregó ayer a los sindicatos y a la patronal el decreto de reforma laboral que aprobará la próxima semana. La ruptura de la negociación entre los empresarios y las centrales ha hecho que el Gobierno haya tenido que renunciar a al objetivo de sacar la reforma a partir del consenso con los agentes sociales. Esto hubiera sido lo deseable, pero no ha sido posible por culpa de la posición de unos sindicatos que están cada vez más alejados de la realidad social. Por su parte, el Gobierno es responsable de no haber impulsado esa negociación cuando empezó la crisis o incluso antes. La economía española necesitaba y necesita importantes reformas estructurales para ser competitiva. Una de las más importantes es la laboral. Se ha perdido un tiempo precioso y, finalmente, tendrá que aprobarse sin un consenso que hubiera sido muy positivo en estos tiempos de crisis.A pesar de ello, cabe señalar que es acertado iniciar esa reforma, ya que no se podía perder más tiempo. España no podía perder el tren de la competitividad y estaba a punto de hacerlo con unas consecuencias irreversibles. Entre el optimismo sin límites de hace unos años y el pesimismo que se ha instalado en algunos sectores de la sociedad española existe un término intermedio que es el más realista. España tiene capacidad para hacer frente con éxito a esta crisis. Es algo que depende tanto del Gobierno y la oposición como de los empresarios y los trabajadores. Unos tienen que crear el marco legal y ofrecer los incentivos mientras que los otros han de aportar lo que siempre han hecho muy bien: imaginación, esfuerzo y visión de futuro. La filosofía del decreto es el abaratamiento del despido y la flexibilidad, condiciones imprescindibles para aliviar el agarrotamiento del mercado de trabajo. Es algo que demandan desde hace años los organismos nacionales e internacionales. La pregunta es si estamos ante la propuesta que el país necesita y si estas medidas son las adecuadas para estimular la contratación. Sin duda, suponen una mejora, pero, al margen de algunas vaguedades y cuestiones controvertidas como que el Estado deba correr con parte de los gastos de los despidos, dudamos de que sea suficiente para eliminar las rigideces que atenazan el mercado. Hay tiempo para optimizar el cambio con las aportaciones de los partidos, especialmente el PP y CiU, y al Gobierno le corresponde facilitar esa colaboración necesaria. El decreto que presenta el Gobierno tiene elementos positivos. No se entiende la actitud cerrada de los sindicatos ya que su prioridad debería ser favorecer el marco para la creación de empleo que es la mejor y más eficaz política social. No lo es tener que vivir del subsidio. Pese a todo, la reforma no obrará el milagro del crecimiento, pero ayudará a crear el marco para ello y generará la confianza que necesita nuestra economía. Empujado por Europa, el Gobierno da pasos demasiados cortos y tímidos cuando España ya ha perdido demasiado tiempo. Ahora tiene una gran oportunidad para alcanzar acuerdos con el PP y dejar de lado los excesos ideológicos o los intereses partidistas.
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