Barcelona
Mas huida desesperada
Artur Mas ha decidido adelantar las elecciones autonómicas catalanas para el próximo 25 de noviembre, es decir, más de dos años antes de agotar la legislatura. El anuncio ha venido precedido de una tortuosa maniobra política, de un tinte descarnadamente electoralista y cuyas consecuencias no traerán ningún beneficio a Cataluña y por ende, al resto de España. Las razones aducidas por el presidente de la Generalitat, que mezclan el supuesto clamor independentista de la última Diada con la negativa del Gobierno a cambiar la situación fiscal de Cataluña fuera del tiempo económico y del espacio constitucional, son difíciles de justificar, incluso para quienes sostienen que el Ejecutivo catalán, agobiado por las deudas como otros muchos gobiernos autonómicos, ha sido maltratado por ese ente llamado «Madrid». No. La estabilidad política de Cataluña podía garantizarse con el acuerdo del Partido Popular, algo que ya ocurría, y respecto a los desajustes económicos cabía explorar todas las posibilidades del Fondo de Liquidez establecido por el Gobierno. Pero, frente a una opción razonable, se ha elegido la demagogia, que transfiere las responsabilidades propias de una mala administración de los fondos públicos, en parte fruto de la herencia del Tripartito, hacia un culpable exterior, en este caso una España ignominiosamente caricaturizada que, literalmente, «roba y oprime a los catalanes». Tal vez Artur Mas crea que va a madrugar a la izquierda independentista catalana, trasmutándonse en líder mesiánico de la Cataluña irredenta. No parece fácil y haría bien en escuchar las voces propias que le reprochan su aventurerismo. Y más si su conversión se basa en la exageración consciente del número de ciudadanos que se manifestaron en Barcelona, arropados por el impulso institucional. Las urnas, nos tememos, pondrán a cada uno en su sitio. Los que ayer insultaron al ex presidente Jordi Pujol pidiendo independencia no se encuentran con toda seguridad entre los votantes más entusiastas de Convergencia i Unió. Para el conjunto de España, la crisis forzada en Cataluña llega en el peor momento. Y no sólo por la situación de debilidad económica, que exigiría la acción coordinada y solidaria de todos. También por la desorientación del principal partido de la oposición, el PSOE, cuyos representantes en Cataluña se encuentran divididos y no dejan de lanzar mensajes contradictorios a sus electores. No parecen haber aprendido nada de su alianza con la izquierda independentista, que dejó en casa a buena parte de sus electores tradicionales y arruinó literalmente Cataluña. Con todo, el desafío de Artur Mas afecta de manera directa al Gobierno de la nación, del que se espera firmeza y contundencia, teniendo bien presente que Cataluña no son sólo los independentistas.
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