ETA
«Anormalidad» vasca
¿Es raro que un ladrón desee la desaparición de la Policía, o sea de su principal pesadilla? ¿A quién puede temer y odiar más ETA que a la Guardia Civil, o sea, a quien la conoce bien? Deslegitimar a esa institución y conseguir que, si no sale del País Vasco, quede por lo menos su radio de actuación lo más recortado posible, se presenta en estos días como uno de los lógicos objetivos de la banda «todavía» armada. Para ello está empleando con su proverbial pertinacia todos los instrumentos a su alcance, desde el poder municipal en las localidades que gobierna Bildu para mover sus controles de carretera hasta la provocación cotidiana, que con este Cuerpo resulta especialmente difícil. Y es que, en contra de los falsos tópicos, no hay nada que más tema un guardia civil en Euskadi que ser acusado de extralimitarse en sus funciones. Su temor al abuso de poder es mayor que a un tiroteo con los terroristas. Mayor que el de un profe de secundaria a darle una colleja a un alumno.
De hecho, el Grupo de Acción Rápida de la Guardia Civil (antes Grupo Antiterrorista Rural) ha sufrido estoicamente toda su vida el vacío y las malas caras en las tiendas de los pueblos donde trabaja. No hay miedo a que Bildu les ponga nerviosos. Los conozco. Los he tenido de escoltas. A lo que hay miedo es a que se pongan nerviosos los socialistas y hagan concesiones en esa línea política suicida que mantienen de vendernos la «anormalidad de la legalización de ETA» como un paso hacia la normalización vasca Y es que está claro que no han renunciado a eso. Lo confirman demasiados indicios: las excarcelaciones de la Audiencia Nacional, la sentencia del Supremo que rebaja diez años la condena de «Txapote», la blandura del discurso socialista frente a los desafíos a la legalidad constitucional, los recortes en la protección de los amenazados, el decidido apoyo a la capitalidad cultural europea de la ciudad marcada por una alcaldía ominosa… No podemos saber con precisión qué diferencias ha habido entre Zapatero, Rubalcaba, López y Egiguren con respecto a la cuestión de Bildu. Lo que resulta obvio es que unos por convicción, otros quizá como una huida hacia delante, todos ellos están más empeñados hoy que nunca en presentarnos como un acierto lo que es el mayor y más atroz error cometido en la lucha o la «rendición» antiterrorista.
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