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El fracaso del «flashmob» José Clemente

La Razón
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Ese movimiento totémico del 15-M está empezando a sufrir sus primeros problemas de convocatoria, que es la boca por la que muere el pez de los grupos que han convertido el «flashmob» en su «modus operandi». Las celebraciones sobre su onomástica -¡O debo decir aniversario!-, llevadas a cabo en las grandes capitales españolas vienen a confirmar la pérdida de su virginidad. En Barcelona, los Mossos d'Esquadra les permitieron acampar en la plaza de Cataluña, pero les aguardaba el botellón en otro lugar así que se fueron por donde vinieron. Sólo se quedaron cuatro tiendas de campaña para jugar a series como «Con el culo al aire», y allí paz y en el resto de la Ciudad Condal, gloria. En Madrid, capital del movimiento en la que reside la clase política contra la que van excepto que sea de izquierdas, siguieron los consejos de Ferraz al pie de la letra, por eso aguantaron hasta las doce de la noche que era la supuesta hora en la que debía intervenir la Policía, pero con buen criterio se desalojó de madrugada cuando sólo quedaban los restos del naufragio. En otras capitales se movilizaron pacíficamente, las acampadas se limitaron a cuatro parejas y la fiesta concluyó tal y como había comenzado: volviendo a casa con el rabo entre las piernas.

El «flashmob» es un fenómeno típico de los tiempos que vivimos y la tecnología que usamos, que transcendió a la opinión pública en octubre de 2002 con la publicación del libro del sociólogo Howard Rhengol, «Smart Mobs The Next Social Revolution». Su primera manifestación tuvo lugar en el departamento de ventas de la cadena «Macy's» cuando un grupo de jóvenes previamente alertados irrumpieron en la novena planta y rodearon una carísima alfombra a la venta, de modo que cuando un comprador se acercaba a ella le alertaban que iban a comprarla pero que, al estar mancomunados las decisiones las adoptaban en grupo, ahuyentando de ese modo al cliente. En España, el «flashmob» se ha centrado principalmente en la política y para lograr rápidas convocatorias emplean las herramientas al uso: Internet, web, foros, comunidades virtuales, e-mails, blog, chat, cadenas de mensajes, el boca a boca e, incluso, la pintada que sólo lleva una fecha y el lugar de encuentro.

Lo que en otros lugares ha sido parte de un entretenimiento o diversión, en nuestro país lo usan ya hasta los sindicatos, como harán el próximo 22 en esa especie de «huelga general» contra los recortes en Educación. Y lo harán, especialmente, cuando son incapaces de concentrar por la vía orgánica del sindicato hasta su propia gente, hasta sus propios liberados que cobran grandes sumas para acudir a esos sitios con la pancarta en la mano. Por eso la gente, como a los del 15-M, les da cada vez más la espalda, no creen en sus consignas si es que ya creen en alguna cosa, y lo único que de verdad les interesa y les preocupa es salir de este atolladero en el que nos encontramos para vivir siquiera con algo más de alegría.
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