Jubilación

OPINIÓN: Compartir para sobrevivir

Antonio LOPÉZ es catedrático de Trabajo Social y Servicios Sociales de la UNED

La Razón
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Las crisis económicas provocan que nuestros deseos se pospongan y nos adaptemos a la dura realidad. Tras una larga década de sueños individualistas, elogio del consumo y de la competitividad a ultranza, nos hemos despertado en medio de una profunda crisis, que pone en riesgo nuestra trayectoria laboral y, lo que es aún peor, nuestro poder de compra. La vivienda, antes máximo sueño de cada ciudadano, que permitía una independencia real, ha pasado a ser un activo que hay que poner en valor: alquilar habitaciones, compartir piso, vivir con otros, aceptar a otros porque necesitamos más ingresos… Los ideales individualistas se repliegan: buscamos apoyo en los conocidos y familiares para buscar empleo, para hacer frente al paro, para conseguir algo de dinero. Y lo mismo ocurre con la vivienda: compartir, algo que antes no entraba en nuestros cálculos, ha dejado de ser un problema, para convertirse en una oportunidad. Ya nos importan menos las inconveniencias que se derivan de la convivencia, que la renta que podemos obtener. Las habitaciones de nuestra vivienda son ahora un negocio, y hay que aprovecharlo.
Las situaciones de crisis provocan un reajuste de las expectativas, un reforzamiento de nuestras redes sociales, una vuelta hacia los otros, y no hay que verlo sólo como una pesadilla. En otros países, la figura de aceptar un estudiante en casa es muy común, y para muchos españoles, la familia que los ha acogido en EE UU o Inglaterra es su «otra familia». Y, quizás, muchas de las personas que alquilan pueden compartir su tiempo de ocio, aprender del otro/a, o simplemente compartir gastos. Vivir con otros se convierte cada vez más en la opción más viable, y eso modifica nuestras expectativas vitales, con una consecuencia quizás inesperada: nos obliga a mejorar nuestra interacción con los demás, y esto también puede tener consecuencias positivas en nuestra vida.