Londres
Nobel para el creador de los «niños de laboratorio»
A sus 85 años, el científico británico Robert Edwards fue ayer galardonado con el Premio Nobel de Medicina. Su mayor logro, ser el responsable del primer «bebé probeta», en 1978. Desde entonces, entre cuatro y cinco millones de personas de todo el mundo han nacido gracias a la fecundación in vitro (FIV)
El Instituto Karolinska sueco, encargado de otorgar el galardón, calificó de «hito» este hallazgo y también valoró la «fuerte oposición del sistema» con la que tuvo que enfrentarse. Porque la técnica nunca ha estado exenta de polémica. Y su «creador» tampoco. El científico jamás se ha mordido la lengua y ha llegado a decir que en el futuro cualquier varón podrá engendrar, incluso sin espermatozoides. Entre los sectores críticos siempre ha destacado la Iglesia, que se opone a cualquier procedimiento que implique la destrucción de gametos.
«Los científicos tenemos la competencia y los conocimientos necesarios para poner los límites éticos a la investigación, aunque creo que también deben participar los gobernantes. Lo que no creo es que deban existir grupos de presión como los que hay en algunas partes, que se dedican a suscitar controversias ocultando intereses dudosos», manifestó el galardonado en una entrevista en 1995.
Edwards, de Manchester, desarrolló la FIV después de una larga carrera. Su trabajo comenzó en 1958 en el Instituto Nacional de Investigación Médica, en Londres, y continuó en la Clínica Bourn Hall, la primera a nivel mundial dedicada a esta técnica. El centro lo fundó con el inglés, Patrick Steptoe. El célebre cirujano murió en 1988 y por esta razón, el premio no se ha podido dar de manera conjunta, ya que los estatutos de la Fundación Nobel no permiten títulos póstumos.
Fue a finales de los 70 cuando el fisiólogo recibió en su clínica a Lesley y John Brown. Tras nueve años de intentos fallidos para tener un hijo, la pareja estaba desesperada. Trabajos anteriores en animales habían demostrado que era posible fertilizar un óvulo fuera del cuerpo, pero nadie había logrado llevar el procedimiento con éxito en humanos. El 25 de julio de 1978 nació la pequeña Louise. El bebé pesó 2,6 kilos y los médicos la encontraron perfectamente normal. La noticia fue portada en los diarios de los cinco continentes. «Es algo fantástico –comentaba ayer Louise, convertida hoy en madre de un niño– mi familia y yo estamos muy contentos de que se le haya dado este reconocimiento».
Una de cada diez parejas tiene problemas de infertilidad y hasta que la FIV no fue desarrollada, los doctores no podían hacer mucho por ayudarlas. Son muchos los pasos que se han mejorado desde el nacimiento del primer bebé probeta. Ahora se puede inyectar un solo espermatozoide para conseguir la fertilización y la extracción del óvulo del ovario es menos traumática para la paciente.
Ventajas e inconvenientes
Además, la FIV es también la clave de una técnica llamada diagnóstico genético preimplantacional, que detecta si los embriones fecundados tienen enfermedades genéticas como la fibrosis quística o la enfermedad de Huntington. Sin embargo, también se han dado a conocer estudios que apuntan a la mayor predisposición de los niños nacidos gracias a estas técnicas a ciertas enfermedades, el último, en la revista «Pediatrics», señalaba una mayor predisposición al cáncer, aunque el vínculo no está probado.
La contribución del científico a la medicina ya había logrado varios galardones, entre ellos, el prestigioso Premio Albert Lasker de Investigación Médica en 2001. Debido a su delicado estado de salud (padece una enfermedad degenerativa), tras conocer el fallo del Instituto Karolinska de Suecia, fue su esposa, Ruth, quien actuó esta vez como portavoz. «Estamos emocionados y encantados», aseguró en un comunicado. «Su dedicación y su determinación inquebrantable han dado lugar a que su investigación se aplique con éxito tocando la vida de millones de personas, a pesar de la oposición de muchos sectores».
En una de sus últimas apariciones en público, en 2008, Edwards recordó el momento en el que creó, por primera vez, un embrión humano fecundado. «Nunca voy a olvidar el día en el que miré al microscopio y vi un blastocisto. Pensé: lo hemos hecho», dijo.
«Lo más importante en la vida es tener un hijo», recalcó. «No hay nada más especial que un niño. Steptoe y yo estábamos profundamente afectados por la desesperación que sienten las parejas que no podían tenerlos. Tuvimos una gran cantidad de críticos, pero hemos luchado por nuestros pacientes».
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