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Un juego no sólo para altos por Juan A Orenga
Jayce Carroll, con todo el cariño del mundo, es un enano. El escolta del Real Madrid mide 1,88, pesa 75 kilos y ayer anotó 36 puntos ante el CAI Zaragoza. Nadie en el Madrid había anotado tanto en los últimos 17 años desde que Arvidas Sabonis metiera 37 puntos en marzo de 1995. Hay tópicos que la realidad, de vez en cuando, se encarga de desmentir. Uno de los más usados es el que dice que «el baloncesto es un deporte sólo para los altos». Ser alto ayuda. Es verdad, pero estamos hartos de ver jugadores muy altos que son de todo menos resolutivos.
Carroll es un jugador al que, probablemente, echaríamos de cualquier operación altura y al que, seguramente, alguien en sus comienzos le aconsejó que cambiase de deporte. Pero ayer dejó claro, como antes hicieron otros locos bajitos como Tyrone Bogues o «Spud» Webb, que en el baloncesto lo que destaca siempre es el talento, mucho más allá de tamaños o de pesos. No es la primera vez y no será la última en la que el ex misionero se va más allá de los 30 puntos en su anotación. Destrozó al CAI con un muestrario inmenso de virtudes técnicas. Canastas de tres, canastas de dos recibiendo y tirando, canastas tras bote, canastas con el defensor encima, finalizaciones de contraataque con entradas imposibles... Hizo todo lo que un jugador exterior debe dominar del juego y, sobre todo, mostró algo que hacía mucho tiempo que le faltaba al Real Madrid: el instinto asesino de un anotador puro.
En su mano estuvo también una gran parte de la recordada victoria del Madrid ante el Barcelona en la pasada final de la Copa del Rey con un último cuarto memorable. Su fichaje ha sido, sin duda, uno de los grandes aciertos de la plantilla madridista. El equipo sigue líder, aunque sólo por dos puntos.
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