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Sara Montiel da largas a Giancarlo por Jesús MARIÑAS
Él insiste, no ceja en su empeño, y repite su intención de llevarla al altar, a sus 84 años, por quinta vez tras las fallidas experiencias con Anthony Mann, Ramírez Olalla, el inolvidable y tierno Pepe Tous y el cubano Tony Hernández. Sus historias de amor van desde una boda in artículo mortis con el director norteamericano a su enlace palmesano con el empresario mecenas de Miquel Barceló cuya fortuna fue dilapidada para potenciar el carrerón de Sara, que es lo más importante que aportó el cine español a Hollywood. Eran tiempos difíciles, pero Sara nunca jugó al equívoco pese a vender vía testimonios gráficos su amistad con Marlon Brando –para el que cocinaba huevos fritos «a la española»– o el mítico James Dean. Conservo una foto de los dos que resuelve cualquier ambigüedad sobre el protagonista de «Al este del Edén». Sara lo encandiló como luego hizo con Gary Cooper en «Veracruz», una relación que puso de los nervios a Burt Lancaster, quien se veía excluido de lo que él pretendía un trío idílico.
Ahora, Giancarlo Viola intenta de nuevo aproximarse a la estrella, que los últimos días nos ha tenido inquietos temiendo lo peor. Era un runrún insistente al desaparecer sin dejar rastro. Cundió la alarma entre los que la telefoneamos para felicitarla en su 84 cumpleaños oficial, edad que los maldicientes aseguran que es errónea y para quienes en realidad sopló 88 velas. La manchega, casi cual Greta Garbo, se retiró a los cuarenta años consciente de que era mejor dejar un buen recuerdo. Se dedicó al teatro, a las varietés y a los programas de televisión bien remunerados, como aquel «Ven al Paralelo», en el que debutó animada por Joaquín Gasa, que tanto hizo por la revista junto a Carmen Lirio y un Antonio Amaya que hoy rememora sus años de gloria en una residencia de San Pedro de Ribas, en Sitges.
Giancarlo acosa, pero ya no derriba como sí hizo cuatro décadas atrás cuando coincidieron en «Esa mujer», una película con guión de Antonio Gala. Constante, obsesionado casi, no volvió a casarse y ahora reanuda su solicitud matrimonial a Sara. Un imposible que ambos en el fondo reconocen casi con guasa porque entienden que tal unión resultaría incluso más impensable que la que Montiel llevó a cabo con el cubano.
Viola se presentó en Madrid de repente alarmado por no poder hablar con Sara tras recibir excusas de Ana, la guapa y cálida dominicana que la cuida y protege como antes hacía Elpidia, su hermana mayor, con la que compartía el piso que tiene frente a la Iglesia de la Concepción, a un paso del gimnasio al que Sara acude cada mañana. Giancarlo ya ha regresado a Córcega, donde reside, una vez que se ha sabido que la desaparición de Sara no obedecía al problema de sus rodillas ni de su visa, sino que ha estado internada para ser operada de unas uñas problemáticas de los pies.
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