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No no

La Razón
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No me gustó, no, no, nada, nada, la ausencia de los presidentes autonómicos en el homenaje que el Congreso y Senado, con la presencia activa de los Reyes, rindieron a las víctimas del terrorismo. Sólo acudió el «Lehendakari» López, que estuvo en su sitio y supo representar el dolor de tantos años en las tierras vascongadas, de tantas injusticias y olvidos en las tierras vascongadas, de tantas equivocaciones políticas –incluida la de él–, en las tierras vascongadas. Es posible que le echen la culpa a Correos, por el retraso en hacer llegar las invitaciones a sus destinatarios. Por esta vez, tengo que regañar a Esperanza Aguirre, que es algo más que una presidenta autonómica. Y a Griñán, y a Fernández-Vara y a Barreda, y a los demás. En todas las autonomías de España hay, al menos, una tumba con el sueño de una víctima del terrorismo. Más de mil. El noventa por ciento consecuencia de la perversidad de la ETA. El resto, del GRAPO, de los terroristas del 11 de marzo y de otros grupos que se dedicaron a asesinar para intentar detener el paso hacia la libertad y la democracia en España. Y el Rey pidió unidad y fortaleza. Y Bono, en su discurso, lo mismo. Criticó a los políticos débiles ante el terrorismo. Afortunadamente, Zapatero estaba en Toronto, haciendo no se sabe qué, o haciendo sí se sabe qué, aunque no sirva para nada, porque a estas alturas lo que haga Zapatero en Toronto carece del más ridículo interés.Se me antojó pobre y mal estructurado el acto en homenaje de las víctimas. Me extrañó la compungida expresión de Llamazares y la devota actitud de Erkoreka. Tengo a Erkoreka por una buena persona, pero es el portavoz del PNV en el Congreso, ese partido político que ha tratado a los etarras como si fueran amados hijos díscolos durante treinta años. Pero la pobreza del acto vino de la falta de grandeza estética de quienes lo organizaron. Pareció que los Reyes pasaron por ahí, Bono detuvo su coche y les invitó a entrar. Los Reyes en el Congreso de los Diputados no merecen escaños vacíos, más aún, cuando muchos de ellos los ocupaban senadores. Y tampoco merecieron las ausencias patricias las víctimas del terrorismo. Demasiados escaños sin culo, que en muchos parlamentarios es lo más importante, porque la cabeza la tienen para otras cosas. La expresión tirante de la Presidenta del Tribunal Constitucional, que asistió quizá, a la última celebración parlamentaria de la nación que ha disuelto con sus pactos políticos, se me antojó precursora de nuestro actual disgusto clamoroso. Está como de mala gana, de enfado permanente, de mustio pasar. Después del inmenso daño que ha hecho a España, que lo deje. Se me antojó desangelado el episodio de los saludos. Se me antojó pobre y breve la actuación de la orquestina. Un acto con esa importancia moral y cívica no se les escapa a los ingleses. Tendría que haber sido el Rey el convocante, y en el salón del Trono del Palacio Real, con todos los parlamentarios citados, y los presidentes autonómicos, y las autoridades del Estado y las víctimas del terrorismo. Nadie habría faltado. Pero al Rey no le dejan hacer algunas cosas, aunque su presencia salve las pobres organizaciones. El acto del Congreso parecía organizado por un Relaciones Públicas de discoteca de medio pelo en un día de flojera. No y no. Era mucho lo que allí se reunía. Y los Reyes estuvieron a su altura. No se puede decir lo mismo de otros, de muchos, de casi todos.