Benedicto XVI
Firmes en la misión
Si hubiera de quedarme con alguno de todos los inolvidables momentos de la JMJ 2011 Madrid, me quedaría con la sonrisa, la serenidad y las palabras del Papa en la noche del sábado 20 de agosto en Cuatro Vientos, cuando la tormenta descargaba sobre este campamento joven de la fe y de la esperanza la furia de su lluvia y de su viento.
Ni por un instante dudó Benedicto XVI en lo que debía hacer: permanecer junto con el más de un millón de jóvenes en aquel cenáculo de Cuatro Vientos. Y lo hizo fiel a su estilo: paciente, confiado, humilde, solidario, providente. «El Señor con la lluvia nos manda sus bendiciones», señaló. «Gracias, gracias por vuestra alegría, vuestra resistencia, vuestra fuerza. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia», añadió.
«Hemos vivido una aventura juntos», señaló ya después, cuando la lluvia cesó y pudo concluir la Vigilia. ¡Cuántas aventuras, cuántas dificultades no vivió Jesús con sus apóstoles y discípulos! ¡Cuántas duras y encrespadas travesías por el lago de Tiberiades y por los pedregosos, sedientos y tan cálidos caminos de Galilea, Judea y Samaria! ¡Cuántas noches y cuántos días de dificultad y zozobra no habrá vivido y sigue viendo la Iglesia! Y al igual Jesús, sus pastores han permanecido junto con sus fieles. «Nos quedamos aquí», dijo el actual pastor supremo de la Iglesia al ser interpelado sobre la noche madrileña del 20 de agosto de 2011 y su viento y su aguacero. «Nos quedamos aquí», abundó. Después, cuando todo pasó, pudo exclamar, aliviado y estimulante: «Firmes en Cristo, queridos amigos, habéis resistido la lluvia. Gracias por vuestro sacrificio… Con Cristo, podréis siempre superar las dificultades de la vida».
«Dios –afirmó ayer, domingo 21 de agosto, en la mañana tan luminosa de la clausura de la JMJ 2011 Madrid– nunca nos abandona y siempre permite que saquemos bienes de todas las situaciones de la vida».
Y es que si ésta, sí, es la juventud, éste, sí, es el Papa de la juventud. La juventud que, representando al mundo entero, ha desbordado estos días Madrid y España; esta juventud que ha llenado de alegría y de esperanza los corazones de miles y de millones de creyentes y de personas de buena voluntad; esta juventud, que en número entre millón y medio y dos millones, ha inundado de fortaleza y colorido Cuatro Vientos; es la juventud, en suma, que queremos y que necesitamos para construir un mundo y una Iglesia mejores.
Y este Papa, sabio y humilde, sereno y luminoso, apacible y firme, que no ha perdido la sonrisa, la gratitud y el gozo en Madrid durante los tan memorables cuatro días de su presencia en la JMJ 2011, es también el Papa que queremos y que necesitamos. Él es, como gustaban decir autores y místicos medievales, «el dulce Cristo en la tierra», y quien, ayer, en Cuatro Vientos, al hilo de la correspondiente liturgia dominical de la Palabra, nos preguntó, como hizo casi dos mil años antes el Señor con sus discípulos, ¿quién dice la gente que es Jesús? Y a responder a este interrogante –el más importante y decisivo de la vida– ha venido el Papa a España: a que las nuevas generaciones conozcan a Jesús y sepan responder con la vida y el testimonio a la pregunta sobre quién es Él. Él es la raíz del gozo y de la alegría, el amigo, el hermano, el maestro, el salvador, el redentor. Y nuestros jóvenes y mayores han de fiarse de Él, poner en Él la fuerza y la esperanza. Y a este Jesús se le conoce, se le sigue, se le ama y se le transmite de verdad y con fruto sólo en la comunión de la Iglesia.
Con Él, a través de su Iglesia, nadie nos quitará la paz, jamás nos avergonzaremos de su santo Nombre y, arraigados y edificados en Él, estaremos firmes en la fe y en la misión y superaremos, sí, todas las dificultades.
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