Déficit público
Error en alguna parte
Existe en España un Tribunal de Cuentas de función fiscalizadora que debe comprobar si la «actividad económico-financiera del sector público respeta los principios de legalidad, eficiencia y economía», que debe velar por la gestión económica del Estado en las Cortes Generales, o en las Asambleas Legislativas de las comunidades autónomas, que debe lograr la «indemnidad de los fondos públicos» y vigilar la responsabilidad contable. Sin embargo, nadie menciona al Tribunal de Cuentas en estos días en que vuelan los más airados reproches sobre las cuentas públicas. ¿Tribunal de Cuentas? No, preferimos el Tribunal de Cuentos. ¿Pero, a quién creemos? Da la sensación de que dos y dos pueden ser cinco según quién haga la cuenta... Los contribuyentes asistimos atónitos al baile de cifras y acusaciones. El que más y el que menos sospecha que el disparate contable de las cuentas públicas puede ser gravísimo, pero tampoco se sorprende: esto es lo que ocurre cuando divides un Estado en 17 autonomías y dos ciudades-autónomas que se han convertido en pocas décadas en 19 «cuentas de gastos» insaciables. Los padres de la Transición, queriendo ser más modernos que nadie, y acogotados por un miedo cerval a la palabra «federalismo» (tampoco hay que reprochárselo si conocían la historia contemporánea de España), optaron por un invento español sui géneris, la autonomía: entidad territorial con maravillosas «competencias» y muchos derechos, pero sin grandes obligaciones. Las comunidades autónomas «gozan, representan, administran, reglamentan…». Están dotadas de autonomía legislativa, poderes, competencias ejecutivas y representantes propios. Si bien, quizás carecen de la utilidad que tendrían para el Estado si formasen parte de una Federación con «obligaciones» en pie de justicia e igualdad unas con otras (no como ocurre ahora: con cupos, prebendas, tratamientos fiscales diferentes…). Las cuentas de las autonomías nunca salieron bien, han sido un pozo ciego desde que se inventaron hasta la fecha. Y, en estos tiempos de penuria, es lógico suponer que el agujero llegará a las antípodas. Recuerdan a aquel viejo matrimonio. La mujer se quejaba de que su marido no era capaz de llevar bien la economía doméstica. Un día, el hombre cuadró las cifras milagrosamente. Examinando las partidas, todas estaban perfectas y claras (Comida, Luz, Hipoteca, Colegios…), excepto una que decía: EEAP. Cuando la señora preguntó a qué correspondía aquella cantidad exorbitada causante del «déficit», el hombre contestó: «Error En Alguna Parte». (Como lo de las autonomías).
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