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Y la estrella de Oriente los guió hasta Colón

Los niños se quedaron boquiabiertos con la visita de los Reyes Magos en una jornada festiva marcada por el sol. 

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Forrados hasta arriba y con paraguas de los que no faltan en los bolsos de una madre previsora, «por si acaso pasa algo». Así llegaba más de uno ayer a la plaza de Colón. Y a medida que pasaban las horas, las capas de abrigo desaparecían. Y es que el sol brilló como nunca antes en las cuatro ediciones de la familia. «Yo que vengo embarazada cada año, puedo certificar que es la jornada en la que menos frío hemos pasado», comenta Luz, que en cuatro meses dará la bienvenida a Juan, el que será su sexto hijo.

Los primeros en despojarse de las capas fueron aquellos que pasaron la noche en sacos de dormir. A ellos les despertó el «buenos días» de los voluntarios. Marta dejó aparcados los apuntes de Selectividad, para estrenar el chaleco que lucirá de nuevo el próximo mes de agosto cuando Benedicto XVI presida en la Castellana la Jornada Mundial de la Juventud.

«Esto sirve como ensayo, aunque es difícil imaginarse a más de un millón de jóvenes por aquí», asegura esta joven de la diócesis de Getafe, que ayer formaba parte del cordón de seguridad . De momento, ayer se vislumbraban banderas albanesas, portuguesas, francesas, alemanas... Aunque familias, eso sí, las había hasta de Filipinas. «Hay algo que nos une más allá de las fronteras», comenta Emie, que, con su marido y sus hijos, forma parte de la agrupación «Matrimonios para Cristo».

Desayuno generoso

Y como en esto de echar una mano no hay edad, María Luisa, que tiene dos nietos, también se pegó el madrugón desde Vallecas para pasar el cestillo durante la Eucaristía. «Estamos para lo que se nos necesite a la hora que sea», comenta sin perder la sonrisa. A las once, en casa de los Toledo González toca desayunar. Y como en seis horas se han hecho un Sevilla-Madrid en coche, bien merece de recompensa una tosta con aceite, como manda la tierra. «¿Qué no vamos a hacer por nuestros hijos?», comentan los padres. Lo cierto es que costaba descubrir caras de cansancio detrás de las gafas de sol a pesar de que la mañana vino amanecida. Y menos aún cuando por la megafonía anunciaron que los Magos de Oriente se acercan.

Entonces María, una madrileña de ocho años, se queda sin palabras en brazos de su padre. Y eso que ya estaba algo inquieta después de varias horas sobre el asfalto entre oraciones, juegos, cambio de Gormitis, una partida a la PSP, canto de villancicos –qué descubrimiento el coro infantil del altar–... Pero claro, ver de cerca a Melchor, Gaspar, Baltasar y a los camellos no tiene precio. Aunque cuando más atenta se mostró fue con el cargamento de regalos de los pajes. ¿Estará la «Nancy azafata» que incluyó en la carta? Al final, los paraguas sólo los abrieron aquellos que acompañaban a los sacerdotes a dar la comunión. Y los que no aguantaban al sol, pues los utilizaron de sombrilla. Ni rastro del frío. Claro que la temperatura es lo de menos cuando se está en familia.