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De su propia sangre por Enrique Miguel Rodríguez
Aunque parezca una contradicción, Gloria Camila, desde el primer momento de la adopción, fue de la propia sangre de José Ortega y, sobre todo, de Rocío Jurado, a la que tanto se parece. Y es que la sangre, que se puede tener de una transfusión de cualquiera con el que nunca se haya tenido relación, también se obtiene de unos padres adoptivos a través de un beso, un achuchón, un cuento leído al pie de la cama, una nana que te cantan y, si es con la voz de la Jurado, son litros de sangre nueva llena de la generosidad y del arte que la más grande tenía. Pero vamos al principio. Rocío estaba colmada con su hija y también con sus nietos. Pero vuelvo a repetir, por amor y por generosidad a su marido, intentó quedarse embarazada. Sabía que a Ortega le hacía mucha ilusión ser padre. No lo consiguió y fue entonces cuando ambos se decidieron por la adopción.
En 1999 José Fernando y Gloria Camila estuvieron preparados para recibir el amor de unos padres en España. En seguida, con el cariño de toda la familia, en especial con mucho desinterés por parte de Rocío Carrasco, los niños se sintieron totalmente adaptados y sobre todo felices. Respondiendo a los más rancios tópicos, José Fernando, el chico, fue batallador y díscolo. Por su parte, Gloria Camila fue la niña dulce, serena y con una clara inteligencia que le permitió desenvolverse en el complicado mundo que rodea a una gran estrella.
Tuve la oportunidad de asistir al bautizo de los niños en la ermita de la finca Yerbabuena. Al día siguiente, Rocío Carrasco y Fidel tuvieron un tremendo accidente que estuvo a punto de acabar con la vida de lo que más quería la Jurado: su hija. La quiso como pocas madres, con el complejo de culpa de no haber estado por motivos profesionales el suficiente tiempo al lado de la niña. Ahí volvió Gloria Camila a ser el mejor consuelo de su madre, de amor y de sangre española.
Se fue haciendo una mujercita, muy estudiosa y muy unida a sus padres, vampirizando lo mejor de su madre. La tragedia volvió a ella. Como les decía su padre, Rocío se fue al cielo y se quedó allí como lo que era, como una estrella que veía por las noches. Gloria se agarró a su padre y fue su mejor consuelo. Pasó de niña a mujer y otra vez la tragedia en una carretera al lado de su casa. Y de nuevo fue luz, consuelo y seguridad para el maestro Ortega Cano. La vi la semana pasada desfilando en una pasarela con un traje de flamenca. Lo hacía con la gracia heredada de una mujer de Chipiona que se hizo universal haciendo honor a su apellido. Había jurado que sería una estrella y ahí está, desde hace cinco años, instalada en el cielo, alumbrando a Gloria Camila para que sea el báculo sentimental de su padre y del resto de la familia.
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