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Sánchez Vicario reaparece en la fiesta de Cerdán por Jesús Mariñas
L a embajada francesa restallaba convertida en el más selecto salón social de Madrid, donde el embajador defiende los toros con el mismo coraje que Esperanza Aguirre. Alberto Cerdán celebró allí sus cuarenta años de carrera y Arancha Sánchez Vicario demostró el cariño que le tiene al reaparecer tras la problemática con sus padres. Colea, duele y apena, pero no borra la luminosa sonrisa que provoca ser la mejor deportista española de todos los tiempos. Su pareja, el cuestionado Pep Santacana, es su mejor trofeo y la ha enfrentado al mundo, pero no se equivocó al elegirlo. Recuerdo cuando la conocí, recién ganado su primer Roland Garros. Era una cría tutelada por la autoritaria y despótica mamá Marisa, siempre ojo avizor. La tenista tenía l7 años y asombró al mundo.
«Estás ante el partido más duro de tu vida, qué jugada más inesperada. Y con tu hermano Emilio también en contra», le dije esperando su desahogo. Contestó: «Es lo que hay», mantenedora del, supongo, que maltrecho ánimo. Le di un repaso, desde la melena, algo más recortada por el hombro, iluminada con mechas miel, al bolso de piedras rutilantes y diamantíferas –simple apariencia–, que entonaban con el ancho cinturón plata de un traje de Tot hom. Al aniversario no faltó Susanna Griso, quien bate récords en las mañanas de Antena 3 y no se le sube al pelo desbancar a Ana Rosa. En seguida encontré tema en Elena Salgado, siempre exacta y sin perder su estilo.
–¿Piensa aceptar el cargo que le han ofrecido en Chile, aunque sea incompatible con su pensión de ex vicepresidenta?.
–Sí, pero no incumplo ninguna regla. Sólo se trata de 30.000 euros anuales...
–Que no es poco con lo que esta cayendo. Y ya que la tengo a mano, ¿cuánto nos queda de pasarlo mal? ¿Ve futuro para esta debacle económica?
–Durará, al menos, un año todavía. Queda lo peor–, añadió.
Cristina García Ramos y Ana Milán, pendiente de ser malísima en «El tiempo entre costuras», no faltaron a una cita en la que Cayetana Guillén Cuervo fue la presentadora entregada «a mi buen amigo». Lola Alcaraz, vestida en cachemir crema como siempre fue una eficaz jefa de protocolo. Deberían aprender de ella, porque te hace sentir en casa y representa como nadie a Delaye, que llegó risueño cuando concluía el desfile de las ampulosas «munster» encarnadas por Alejandra Prat. Arancha no perdió la risa y evitó masacrar a sus padres. «Son gajes del oficio», suspiró. Es campeona hasta en esto. Qué gran ejemplo humano y deportivo.
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