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Fin de las FARC por Cástor Díaz Barrado

La Razón
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Las movilizaciones y manifestaciones que han tenido lugar en muchas ciudades de Colombia expresan el hartazgo de la sociedad colombiana por un conflicto que se prolonga por más de sesenta años. El asesinato, hace unos días, con la mayor crueldad, de tres policías y un militar secuestrados por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), cuando se desarrollaba un operación de rescate por el ejército colombiano, ha puesto más de relieve, por si hacía falta, quiénes quieren continuar con el conflicto. La designación de «Timochenko» como nuevo líder de la organización significa que los componentes más duros se han hecho con el control. Pero el fin de las FARC está cerca, aunque todavía tengan capacidad para producir daños y dolor y mantengan en su poder a un grupo de rehenes. La combinación de la política llevada a cabo por las autoridades de Colombia en los últimos años y la posición que han ido asumiendo otros estados desemboca en la desaparición de las FARC. Las decisiones adoptadas por los gobiernos de los presidentes Uribe y Santos han debilitado a este grupo armado y lo han conducido a una situación de aislamiento interno e internacional. La consideración de las FARC como grupo terrorista en el plano internacional ha sido uno de los logros más significativos y estará en la base de su desaparición. La Unión Europea ha jugado en este sentido un papel muy relevante, y sin fisuras, y debe servir de ejemplo a otras organizaciones internacionales. Pero la desaparición de esta organización queda condicionada, también, por las conductas de los estados vecinos de Colombia. Brasil no permite el establecimiento de bases de la FARC en su territorio y Ecuador mantiene una posición más comprometida que debe consolidar. Recordemos que, en 2008, las fuerzas armadas colombianas asestaron en territorio ecuatoriano un duro golpe a la organización, produciéndose la muerte de Raúl Reyes e incautando información muy útil en la lucha contra las FARC. La posición de Venezuela ha sido la más cambiante y, ahora, resulta la más llamativa. No hace mucho, el presidente Hugo Chávez pedía el reconocimiento internacional del estatuto de beligerantes para las FARC e intentaba potenciar su imagen en la escena internacional. Pero hace tan sólo unos días, prometía, sin ambages, al presidente colombiano que impediría que las FARC actuasen desde territorio venezolano, lo que se acompañaba con alguna detención. De llevarse a efecto plenamente esta promesa, se estaría profundizando en la desaparición de este grupo terrorista. No tienen cabida en ningún estado, y tampoco en Colombia, aquellos que practican la violencia: ni bandas armadas ni paramilitares ni grupos terroristas, que no deben recibir ningún apoyo internacional. Ahora más que nunca, hay que acelerar la disolución de las FARC, eso sí, en la línea de lo que ha dicho el vicepresidente de Colombia, de que la lucha debe hacerse respetando los derechos humanos.