Benedicto XVI

Esperanza siempre por Santiago MARTÍN

La Razón
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Las palabras del Papa en Fátima son estremecedoras. Primero por quién las pronuncia –el vicario de Cristo– y, segundo, por el lugar y el contexto en que se dicen: el décimo aniversario de la publicación del tercer secreto.Sobrecoge oír a Benedicto XVI afirmar que «se equivocaría quien pensase que la misión profética de Fátima ha concluido, ya que permanece aquí el proyecto de Dios para el hombre y aunque éste ha intentado que se desencadene un ciclo de muertes y terror no lo ha conseguido», y que la familia humana «está preparada para sacrificar sus relaciones más santas sobre el altar de egoísmos de naciones, raza, ideología, grupo e individuo». No cabe duda de que el Pontífice sabe de qué habla. Si nosotros, que ni llegamos a su nivel de santidad ni tenemos los datos que él tiene, podemos ver la gran cantidad de cosas que van mal e intuir las amenazas que se ciernen sobre la humanidad, qué será lo que está viendo él.Sin embargo, el tono principal del mensaje papal no ha sido de temor, sino de esperanza. Primero porque, como ha explicado, su presencia en el Santuario se debe a la convicción de que es eficaz pedirle a la Virgen ayuda por la humanidad «afligida de miserias y sufrimientos». Segundo, porque«Cristo es el único que no desilusiona y que la fe en Dios abre un horizonte de esperanzas, indica una sólida base en la que apoyar, sin miedo, la propia vida». Éste sigue siendo el mensaje de Fátima. Nosotros no creemos en el destino. El futuro está en nuestras manos, si nos dejamos conducir por Cristo y aplicamos la terapia que María dio a los pastores: oración y penitencia.