España
Rigor o no rigor por Pablo TRIANA
Seguramente, en pocas ocasiones tantos pidieron lo mismo tantas veces. Desde Europa y desde allende los mares, el Banco Central Europeo viene recibiendo sin descanso la petición de intervenir con firmeza en los mercados de deuda pública y garantizar las obligaciones de países como España o Italia.
La reacción del BCE ha sido también constante: dicha intervención no es posible. Aunque fuese deseable, que parece que tampoco lo es, no sería legal, tal y como dejó muy claro el presidente del Bundesbank en una reciente entrevista. Hace muy poco Mario Draghi, el nuevo jefe del BCE, ratificó lo dicho por su colega teutón.
Aparte del tecnicismo legal, ¿por qué tanta oposición a «rescatar» a los gobiernos? Muy sencillo: la misión central del BCE desde su creación ha sido, en consonancia con aspiraciones históricas alemanas, la estabilidad de precios. Y el temor es que empezar a darle con contundencia a la máquina de hacer moneda para comprarle toda la deuda que quieran a los gobiernos pondría en peligro esa meta.
En cierto sentido, aquellos que ruegan al BCE que se reconvierta a la fe intervencionista se han cansado del rigor que acompañó desde el primer día a la creación del euro. Entrar en el euro era equivalente a ser alemán, monetariamente hablando. Era un «upgrade» de turista a business class. Se diseñó un banco central al estilo alemán, riguroso y disciplinado. Ese rigor que se vió entonces como un símbolo de modernidad y mejora es ahora temido e incluso indeseado. De repente, ese viejo asiento en clase turista se torna tentador.
Es perfectamente entendible que gobiernos acuciados por una recesión y por el ataque de los traders pidan ayuda al BCE. Sobre todo en el caso de países como España que no tiene excesiva deuda y que ya acometió reformas.
Es también entendible que la «periferia», que ahora incluiría incluso a Francia, le pida a Alemania que ceda en estos momentos de angustia. Alemania ha ganado mucho con el euro: un país ultra exportador que ha podido comerciar por más de una década con un gigantesco mercado sin exponerse a riesgo de divisa alguno. Los beneficios de eliminar la contingencia de un marco sobrevalorado seguramente han sido inmensos. De alguna manera, se podría argumentar que todas las iniciativas de rescate solicitadas por sus socios (no sólo la intervención del BCE, sino también el Fondo de Rescate y los Eurobonos) no son más que el coste retrasado de esa cobertura de riesgo. ¿Hora de pagar, señora Merkel?
Pablo Triana
Profesor de Finanzas de Esade
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