México
El vertido
Lo peor de ser periodista es saber que la fecha de caducidad de las noticias es igual de instantánea si se refiere a banalidades o a tragedias. Nos cansamos de todo. Y, aunque fundamentalmente las atrocidades de la naturaleza o de la humanidad nos disloquen hasta el punto de llevarlas hasta nuestras conversaciones acompañadas de gestos de horror, lo cierto es que su efecto acaba diluyéndose en el tiempo hasta quedar convertido en absoluta indiferencia.Esto viene a cuento, no por lo de Haití, que podría, sino por el vertido del Golfo de México. La primera referencia fue la explosión de una plataforma y la muerte de los... –¿cuántos fueron?– trabajadores... Pero eso se nos olvidó rápido. Luego siguió el desastre ecológico, que nos hizo caer en la cuenta de que había un grifo mortal abierto en el fondo del mar que nadie era capaz de cerrar. Vimos las primeras grandes manchas, aviones echando disolventes, barreras frente a las costas… Supimos de campanas selladoras, inyecciones de cemento y toda suerte de improvisaciones chapuceras e inservibles… Se empezó a filtrar que, en realidad, la pérdida era muy superior a lo confesado por la petrolera. Y de postre nos mostraron a Obama, en cuclillas, palpando la arena pringosa.Pues aunque parezca mentira, todo esto acabará por pasar al olvido, en cuanto una nueva desgracia parecida –cada vez se extrae más petróleo de aguas profundas y eso es una tarea de altísimo riesgo– se produzca. Y se producirá, sin duda. Es una mera cuestión de estadística.
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