Libros

La Habana

Azzarello apunta a matar en el Salón del Cómic

El certamen arrancó ayer con nombres como Alfredo Castelli y Eddie Campbell. Entre ellos se coló un tipo serio que ha eliminado a mucha gente... en la ficción.

062nac15fot1
062nac15fot1larazon

Que la reedición de «100 Balas» consista en cuatro cuidados tomos reunidos en un maletín (Planeta DeAgostini)no es casual: el cómic escrito por Brian Azzarello y dibujado por Eduardo Risso en aquel periodo ya lejano de 1999 a 2001 tenía mucho que ver con el formato de esta edición de coleccionista: el misterioso agente Graves entregaba en cada capítulo a alguien un maletín con una pistola, cien balas imposibles de rastrear y documentación sobre la persona que le había destrozado la vida al sorprendido ciudadano. Cada receptor escondía una historia y, en todas, la posibilidad de una venganza al margen de la ley creaba un interesante dilema ético. La trama se fue retorciendo con sociedades secretas y sicarios poderosos hasta convertirse en un clásico reciente.

Los superhéroes, un asco
«¿Alguna vez pensé que estaría aquí hablando contigo de ese cómic? No», responde Azzarello a la gallega cuando se le pregunta si llegó a imaginar el éxito de una serie que, como con los buenos vinos, ha mejorado con el tiempo. El guionista, uno de los invitados del Salón del Cómic de Barcelona, que ayer abrió sus puertas, deja clara su postura nada más empezar, cuando hablamos de un sector editorial dominado por los superhéroes y el manga: «Vaya un mundo espantoso», masculla. «Los superhéroes tienen su lugar. No en mi casa, pero lo tienen.

Buena parte de la gente cree que los cómics son para niños porque los de superhéroes tratan tan sólo de tipos metiéndose en peleas. Es sólo material de patio de colegio». Está claro: el pisa otro terreno, el «noir», o algo parecido, un cómic adulto que mezcla géneros y habla claro. «"100 balas"no es para niños... Aunque creo que les gustaría. Precisamente porque sus padres no querrían que lo leyesen».

«El éxito de la serie abrió las puertas a cómics que pertenecían a otros géneros que no era el de los superhéroes. Los editores se animaron con un producto por el que que no habrían apostado». Aun así, matiza: «Firmamos un contrato por un año. Así que confiaron en nosotros... para 12 números». Luego fueron muchos más. Una serie como «100 balas» podría haber nacido perfectamente como un guión para un exitazo de televisión tipo «Los Soprano». O una buena trilogía de novelas, ahora que tan de moda está. Pero Azzarello defiende su medio: «¿Por qué no un cómic? Los tebeos son una forma realista y viable de contar historias. Me gusta trabajar en ellos. Y es curioso, porque realmente no leo lo que se suele considerar cómics tradicionales, historias de superhéroes, pero me encanta el medio».

Apostado detrás de una barba de chivo y unas gafas redondas, Azzarello podría ser un motero en algún bar de carretera o un guionista de cómics (que no un dibujante: responden a otro estereotipo). Su mirada y su forma de hablar, pausada, ayudan a imaginarlo en su estudio, parapetado tras novelas de Hammet y Chandler y oyendo discos de jazz. Él aclara algo sus referentes: «No tanto Chandler o Hammet. Ellos trabajaban más en ficción detectivesca. Yo diría que mis influencias van más por autores como Jim Thompson, que escribían sobre gente corriente metida en líos, mientras Chandler y Hammet escribían más sobre tipos arreglando los problemas de otros: a mí me gustan las historias de gente que se crea los suyos propios». Curiosamente, bebe de otras fuentes: «Mi mayor influencia, y esto te va a gustar por donde trabajas, son los periódicos. Leo tres cada día.

La vida real es lo mejor. La mierda ocurre a diario y no podría inventarme eso ni en mi día más inspirado. Te das cuenta de que tratan de finales. Lees: "Encuentran un cuerpo". Y piensas: ¿cómo llegó allí? Como escritor, leo sobre esa tragedia y trato de llegar a las circunstancias que llevaron a eso». Las causas son las de siempre: avaricia, lujuria, envidia... Y provocan lo de siempre: muerte, odio, venganza... O sea, algo casi shakesperiano. Y ríe Azzarello, abrumado: «¡Me quedo con eso! La verdad es que el final de la serie es casi una ópera».Mejor no contarlo. Pero hay mucha sangre... Y dice sobre la violencia en sus cómics: «Siempre trato de que signifique algo». Pero aclara, dejando su parcela de mérito al dibujante: «Es Eduardo quien la coreografía».

Azzarello vive en Chicago con su mujer. «Probablemente tenga algo que ver en mis influencias. No es una ciudad tan violenta como antes, pero aún lo es bastante. En "100 balas", en el primer arco argumental, la protagonista, Dizzy, sale de un barrio. Yo solía vivir ahí». Quizá sea alguien de ese entorno para quien él reserva una de esas 100 balas cuando se le pregunta qué haría él en caso de recibir el famoso maletín: «No sé si lo usaría. Pero si sé de quién sería la foto que iría dentro... ¡Y ella lo sabe!». Bromas aparte, prosigue: «El porqué de esta serie, la razón de que en cada episodio le diera el maletín a alguien diferente, era para averiguar si en el fondo yo lo usaría. No me convencen esos escritores que dicen: me mantengo al margen, dejo que decidan los personajes.

Ojalá pudiera hacer eso». Según avanzan los episodios, las cloacas del poder más hermético se hacen visibles ante gente corriente. Organizaciones secretas asesinan y mueven los hilos de la sociedad muy por encima del alcance de la Ley. «Empezamos la serie en 1999. Antes de que acabáramos quedó claro que había familias en EE UU que llevaban controlando las cosas desde hacía mucho». ¿Quizá por eso aún nadie se ha animado a hacer de «100 balas» una película? «Me han llamado varias veces de Hollywood. Pero la veo más como una buena serie de TV».

El detalle: Gatos famosos, zombies, Tarzán y una mirada al 23-F
El Salón del Cómic de Barcelona que arrancó ayer contará con nombres propios como Eddie Campbell (el dibujante de «From Hell»), el noruego Jason y sus perdedores antropomórficos, los clásicos italianos de los tebeos de aventuras de la editorial Boneli, Alfredo Castelli, Angelo Stano y Giancarlo Alessandrini, el hiperviolento Garth Ennis y el talento para crear mundos de superhéroes atípicos de Kurt Busiek. Pero el Salón ofrece mucho más estos cuatro días: una exposición sobre gatos en el cómic (desde la serie española «Blacksaad» al célebre Garfield), una muestra retrospectiva en homenaje al personaje de Tarzán, toda una gama de actividades dedicadas al fenómeno de moda, los zombies, y un apartado dedicado al 23-F en elcómic.

«Castro», en Chándal
Reinhard Kleist viajó a Cuba en 2008 para escribir un libro de viajes, «Havana», y volvió con material biográfico del que surgió «Castro», un cómic de 278 páginas en el que repasa la vida del dictador desde sus tiempos de revolucionario hasta su imagen en chándal, octogenario, en una isla de la que huyen los balseros. Un periodista alemán ficticio le sirve para narrarlo todo con distancia: «Lo más fascinante de Castro es que sienmpre estaba convencido de la victoria. Incluso en las situaciones más desesperadas. Cuando se encontró rodeado por las tropas de Batista, dijo: ahora tenemos doce armas, ganaremos la guerra.

Y la gente le seguía». Pero el cómic retrata el declive, las sombras de la revolución: «Descubrí muchas cosas en Cuba, opinones muy diferentes. Tenía amigos en La Habana que decían que ya no podían soportarlo más. Pero también había gente contenta con el Gobierno porque les da becas y educación». La última escena muestra a Castro enfermo, pero carismático, mirando el horizonte. «Durante toda la obra siempre está distante porque es casi imposible identificarte con alguien como él. Excepto en esa escena final, en el hospital».