Fallece Di Stefano
El fútbol según Anfield
LIverpool- Una estatua de Bill Shankly preside la entrada principal de Anfield. Debajo, sólo una leyenda: «Hizo feliz a la gente». A nadie le importan los títulos que ganó, tampoco los años que dirigió al equipo desde el banquillo. Porque el Liverpool es algo más que un club, es una forma de vida. Una religión que nació el día en que el club fichó a Bill Shankly como entrenador.«¿Quieres entrenar al mejor equipo de Inglaterra?», le preguntaron. «¿Qué pasa? ¿Ha dejado Matt Busby el Manchester United?», fue su respuesta. Después asumió el mando de un equipo que todavía estaba en Segunda y lo convirtió en una referencia. Él no ganó ninguna de las cinco Copas de Europa que viven en el museo de la entidad. Pero con él nació la leyenda.Dicen los brasileños que si no has estado en Maracaná no has visto un partido de fútbol. Eso lo dicen los que no han estado en Anfield. El estadio se convierte en una sola garganta para cantar a coro el «You'll never walk alone», una ceremonia que se repite cuando se llega al minuto 90. Toda la grada se pone en pie y levanta los brazos para que el himno retumbe sobre los incómodos asientos de madera. Principio y final del fútbol, aunque el partido normalmente comienza en The Sandon, un pub cercano al estadio, el lugar donde empezó todo. «Se celebran bodas y funerales», dice un letrero a la entrada del bar donde se fundó el Liverpool. Allí se escuchan las primeras canciones. La favorita, «Fernando Torres, Liverpool number nine», que el jueves empezaban cantando los aficionados del Liverpool y terminaban coreando los del Atlético.Anfield es feo, incómodo y tiene el aspecto de una fábrica escondida entre una manzana de casas. Podía ser antiguo y, sin embargo, es tradicional. Los vestuarios conservan el aspecto austero de toda la vida. Pequeños bancos de madera con una percha detrás de la que cuelgan las camisetas y una camilla que no invita al masaje. No hay ningún lujo para los futbolistas, que se distribuyen por puestos. Los dos porteros se sientan juntos, después los defensas, y así hasta llegar a los delanteros. Fue la manera que escogió Shankly para acabar con los grupos en el vestuario. Cuando llegó, la costumbre era que los escoceses se juntaran entre ellos, igual que los irlandeses o los ingleses. Pero Shankly quiso que cada futbolista fuera amigo del que jugaba a su lado porque la solidaridad es la fuerza del grupo.Quiso también que el letrero que ven los futbolistas a la salida de vestuarios sólo anunciara el nombre del estadio. «This is Anfield». «Esto es Anfield». Nada más. Sólo quería que sus futbolistas supieran dónde jugaban y que los contrarios supieran contra quién jugaban. Los contrarios ven ese letrero y después escuchan el «You'll never walk alone». Suficiente para sentir miedo. Y si no lo sienten, siempre está ‘‘The Kop'', la mítica grada que recibe su nombre como homenaje a los héroes fallecidos en la guerra de los boers en Suráfrica. La grada de la que Phil Neal dijo: «Tienen tanta fuerza que creo que aspiran el balón para que marquemos».
Entre Torres y BenítezFernando Torres es el último símbolo de un club, la muestra de que el club que fue apartado de Europa por culpa de los hooligans es una comunidad de caballeros. Los aficionados rivales son recibidos como si estuvieran en su casa. Por los hinchas del Liverpool y por los del Everton. «El Liverpool está hecho a base de dinero, pero el Everton es un sentimiento», dice Frank, un «evertonian» convertido a la religión de Arteta. «Mikel es Dios», dice. Los aficionados del Liverpool se dividen entre la admiración a Torres y el odio a Benítez. Muchos agradecen todavía al técnico su última Copa de Europa. Otros, como Bill, un simpático taxista, esperan impacientes su marcha a la Juventus. «Me haría feliz».
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