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El PSOE a un paso de la irrelevancia por Esther L Palomera

La Razón
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Se la juega José Antonio Griñán en Andalucía y se la juega Javier Fernández en Asturias, pero se la juega, sin duda, Alfredo Pérez Rubalcaba y, con él, el PSOE en este 25-M. Los andaluces deciden hoy si cambiar o no el color del único Gobierno regional que no ha conocido jamás la alternancia; los asturianos, si aceptan o no el órdago que les ha echado Álvarez Cascos con su concepción patrimonialista de la política. Lo que decidan ambos tendrá sin duda consecuencias en un socialismo que acaba de renovar a su líder, después de dos derrotas electorales consecutivas, el abandono de cuatro millones de votantes, una depresión profunda y la peor representación parlamentaria de su historia (110 diputados).

Todas las encuestas coinciden en que apenas hay margen para la duda, y que el PSOE sigue su descenso en picado frente a un PP más fuerte que nunca y sin apenas magulladuras tras sus primeras decisiones de gobierno. Nunca antes unas elecciones andaluzas –en menor medida las asturianas– habían acaparado la atención de tantos focos.

El socialismo es una olla a presión porque Rubalcaba, que aún no ha cumplido ni 100 días como secretario general, salió elegido en un congreso muy disputado que partió al PSOE en dos mitades. La dirección federal ha dado máxima prioridad a esta campaña, y no sólo porque necesite consolidar el liderazgo de Rubalcaba, sino porque considera crucial mantener al menos una base territorial. El País Vasco, donde el PP sostiene a Patxi López, se da por perdido en 2013 y, aunque en Asturias los sondeos dicen que volverá a ser primera fuerza política, las posibilidades de sumar con IU son remotas. Así que Andalucía es clave para hacer de ella un escaparate desde el que poner en práctica políticas distintas a las que aplican los populares para salir de la crisis.

Todo el mundo sabe que la disputa por el poder en el PSOE no acabó en el congreso de Sevilla y que si Griñán pierde tendrá los minutos contados. Los hombres de Manuel Chaves aguardan el momento de cobrar la factura al sucesor que se negó a ser tutelado por el sucedido e intentó desmontar con escaso éxito la turbia estructura de poder que en los últimos 20 años habían tejido los «chavistas» hasta convertirse en una casta que se creyó impune para hacer y deshacer a su antojo hasta rayar lo delictivo. Rubalcaba no lo tendrá más fácil si el resultado es como pintan las encuestas. De nada servirá que arguya la división interna en la federación andaluza; las invocaciones a las erráticas estrategias de la secretaria de Organización de Andalucía, Susana Díaz; el señalamiento de los errores de un Griñán resentido con los tótem del socialismo por su incondicional apoyo a Chaves en su encarnizada lucha… Le tienen ganas los partidarios de una Carme Chacón que, desde que perdió el congreso, mantiene un inquietante silencio y se prodiga poco en actos públicos.

Se abrirá, sin duda, la espita entre quienes, agazapados, se regocijan de que, tras mes y medio de secretario general, Rubalcaba no despegue en las encuestas ni cuaje como alternativa sólida. Son los que cuchichean por los pasillos del Congreso que cuando Zapatero ganó a Bono en 2000 el 35 Congreso Federal, la marca PSOE subió en las primeras encuestas cinco puntos en intención de voto. Pero, claro, Zapatero era un desconocido, la novedad del panorama político, y Rubalcaba es un clásico de los últimos 30 años en la primera línea. El socialismo está inquieto y, si ya hay quien le atribuye sendas derrotas tras los congresos regionales de Madrid y Galicia, esto no es nada con la que se avecina tras la jornada electoral de hoy.

Al actual secretario general, le han salido críticos incluso entre quienes le dieron su voto en el 38 Congreso. Un veterano «guerrista» decía hace poco en el patio del Congreso que Rubalcaba nunca ha conocido el partido por dentro y que se ha apoyado en el otrora poderoso vicesecretario general del PSOE, José Blanco, quien tras el estallido del «caso Campeón» no sólo está de capa caída, sino que para muchos se ha convertido en un auténtico apestado (quienes le cortejaban, pedían y jaleaban hace apenas un año le niegan ahora el saludo). Ha sido el primer error de Rubalcaba. Pero preocupa mucho más que el equipo el hecho de que el PSOE pase de la irrelevancia institucional en la que quedó tras el 22-M y el 20-N a la irrelevancia política. Y lleva camino, porque la desafección se mantiene incluso en un escenario en el que Rajoy y su Gobierno han tenido que adoptar medidas tan impopulares como la subida de impuestos o la reforma laboral.

Hay demasiados síntomas de que el electorado no quiere reconciliarse con el PSOE porque aún no ha olvidado la España en quiebra que dejó tras su último paso por el Gobierno. La travesía del desierto no sólo será larga, sino que si Andalucía también se tiñe de azul el domingo, el PSOE será un partido invisible. Y se abrirá de nuevo la caja de los truenos con impredecibles consecuencias. ¿Congreso extraordinario el próximo año, una vez perdido también el País Vasco? A saber.