Londres
Nuria Espert: «No miro mucho a los políticos porque son muy malos actores»
Nuestra gran actriz podría estar relajándose, alejada de los focos, como le gusta. Pero le van los «más difícil todavía». Acaba de dar voz en el Teatro Real a Margarita Xirgu en la ópera de Oswaldo Golijov «Ainadamar», a las órdenes del afamado director Peter Sellars.
-¿Lo suyo es puro teatro o es que quiere levantar el país?
-Ojalá se pudiera levantar el país con el esfuerzo individual, pero necesitamos más cosas que el entusiasmo. Mi proyecto era, después de «La violación de Lucrecia» y «La Loba», comenzar una etapa de descanso. Pero Peter Sellars necesitaba de mí para unos poemas en «Ainadamar». Es una obra que trata de Federico García Lorca, de Margarita Xirgu, y yo admiro a Sellars desde hace años, así que le dije que sí.
-Reconozca que algo hay de adicción al trabajo.
-No te equivocas: cuando me quejo de lo cansada que estoy, mis hijas me dicen siempre: tres semanas de descanso, que después ya no se te puede aguantar. Algo de «workahólica» sí que hay...
-¿Es de las que llegan a casa y desconectan?
-Sí, pero para mí eso puede ser coger un libro o escuchar una ópera. A eso le llamo desconectar. Es curiosidad cultural, por la costumbre de tantos años.
-Se mete en la piel de la Xirgu. ¿Es una forma de vencer a la falsa modestia y reconocerse como nuestra gran actriz de las últimas décadas, como ella lo fue?
-No lo había pensado. Pero sí me emocionaba, desde que tuve mis primeros éxitos con «Medea», en Cataluña sobre todo, la comparación con esa actriz maravillosa y perdida para el país que fue Margarita Xirgu. Se le tiene un respeto extraordinario por su trabajo y por el descubrimiento de tantos grandísimos escritores; pero también se recuerda con emoción que, habiendo salido de España en 1936, no pudiera volver jamás.
-A lo largo de su carrera, ¿la Xirgu o alguna otra gran actriz le han susurrado consejos?
-Es una manera de decirlo: cuando admiras a alguien es como si te susurrase, como si te dijera una manera de hacer las cosas. La admiración es un buen aprendizaje y yo a ella la he admirado mucho. No la he conocido ni la he visto actuar nunca, pero hemos hecho un repertorio muy parecido: Yerma, Salomé, Doña Rosita la Soltera, La Celestina, Medea, Bernarda, Hamlet, Mari Gaila... Eso ya es susurrarme al oído.
-¿Da consejos a las actrices jóvenes?
-No. Sólo a las de cine: «¡Tienes que hacer teatro! El cine es muy cruel, te va a abandonar, el teatro no abandona nunca. Querrás hacerlo cuando ya no te llamen del cine y será tarde». Eso se lo enchufo a todas las pobres que pasan por mi lado.
-Lo que vivimos ahora, ¿es un drama verista o una tragedia griega?
-De momento, un drama. Esperemos que no suba un peldaño y lleguemos a la tragedia, aunque ya lo es para mucha gente. Pero no se le ve el fondo todavía.
-¿Se metería en camisa de once varas al frente del Gobierno?
-Nunca he comprendido esa desesperación que tienen por llegar a ser presidente de un país. Todos dicen que quieren mejorar la vida de la gente.
-Los actores, que trabajan con el arte de la interpretación, deben de ser más difíciles de engañar por los políticos.
-Sí, yo no los miro mucho, porque son muy malos actores. No me da la impresión de que Rajoy esté mintiendo. Lo que pasa es que ahora tiene un papel medio ridículo medio trágico: es la persona que está sentada en ese despacho. Quien estuviera ahí, hoy, tendría que hacer eso o algo muy parecido: los socialistas tardarían más en tocar la Sanidad y la Educación, pero acabarían haciéndolo. Yo no me las doy de lista, pero hace muchos años que me preguntaba: ¿cómo es que somos tan ricos? Las giras me llenaban de asombro y contento: los parques estaban hermosos, había bibliotecas, ibas a una pequeñísima ciudad y había un auditorio para 2.500 personas... ¿Cómo podemos permitirnos esos alardes, esos gastos, las fiestas populares? No tenemos tejido industrial, somos un país pobre, pero hemos vivido como ricos.
-¿Y tejido cultural? ¿Estamos a la altura del resto de Europa?
-No tengo una idea precisa de cómo están otros países europeos, aunque he trabajado y vivido en ellos. Pero supongo que la misma diferencia que tenemos en Educación debemos de tenerla en Cultura. Todo evoluciona al mismo tiempo y depende mucho del dinero que se destina a cada cosa. Y, en cultura, todo es a largo plazo.
-Usted venció hace años la barrera que parece haber entre Madrid y Barcelona.
-Yo amo a Madrid, es una ciudad que no pregunta a nadie de dónde viene, sino qué sabe hacer; siempre me esfuerzo muchísimo, aquí y allí, en explicar que en un lado y en el otro están manipulando los sentimientos de la gente, que eso no se corresponde con la realidad de las calles.
Cuando termine «Ainadamar» irá a ver a su nieta a Londres: «Voy a pasar cinco o seis días allí, a darme una vuelta, comprar en las rebajas y cenar con ella». Luego, un hotelito en Ibiza junto a su hija Alicia. No sale sin sus vitaminas, y este verano lleva consigo a Philip Roth «Pastoral americana».
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