Las divisiones entre los aliados ponen en peligro la misión

El general Carter Ham, jefe del Mando Unificado Africano, dijo que la misión «no es destruir a Gadafi», sino defender a la población civil. EE UU discrepa con Gran Bretaña sobre si Gadafi y su guardia pretoriana podrían considerarse un objetivo legítimo en un futuro, algo que Londres respalda «según las circunstancias», según el canciller británico, William Hague. Para España, la resolución autoriza el uso de la fuerza para crear la zona de exclusión aérea y la protección de civiles, no para atacar al dictador.

Eso sí, la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, reconoció que el texto de la ONU tiene «una formulación amplia» que, incluso para algunos «expertos militares», podría dejar la puerta abierta a la presencia de soldados en tierra –que no serían considerados fuerza de ocupación– prohibidos por el mandato. Las fisuras también llegaron en el apartado del mando. Italia amenazó con retirar sus bases si la misión no se pone bajo mando de la OTAN: «Si hay una multiplicación de mandos, lo que sería un error en sí mismo, tendríamos que buscar fórmulas para que Italia retome el control de sus propias estructuras», dijo el ministro de Exteriores transalpino, Franco Frattini.

La OTAN recela de esta fórmula porque Turquía no está de acuerdo con la intervención militar. El plan de Estados Unidos es derribar todas las defensas antiaéreas de Libia para extender la zona de exclusión aérea y después pasar a un segundo plano cediendo el mando. Francia también puso reparos a la operación porque, si bien se ha avanzado en el objetivo de proteger a la población libia, se ha hecho sin que haya todavía un mando integrado de las respectivas fuerzas armadas. Noruega ha enviado varios cazas, pero se niega a entrar en combate sin saber su misión.