Crítica de libros
La talla
Uno está realmente intrigado con la decisión de Trinidad Jiménez de aplazar la unificación de las tallas de ropa para el año 2015. Después de que su Ministerio se ha gastado dos millones de euros en una idea tan brillante como medir a las españolas; en demostrar que cada marca comercial le pone a su ropa la talla que le da la gana y en denunciar que eso genera anorexias, bulimias y depresiones, la ministra ha blindado esta lacra incluso hasta después de que deje ella de ser ministra y su partido de gobernar. O sea que se está protegiendo un mal social como si fuera una especie en vías de extinción. A mí esto no me parece casualidad sino una fatal consecuencia del zapaterismo, que hasta hoy ha sido relativismo lingüístico, conceptual y moral pero ahora quiere ser también relativismo antropométrico. De lo que se trata es de que los españoles no demos la talla, de movernos el metro y la báscula para que el bajito pueda sostener que es alto y negarle al alto que lo es o viceversa. De lo que se trata es de garantizarle a la industria textil el derecho a hacer como las autonomías y los jueces, que cada uno tira por su cuenta y con su propia vara de medir. Si no nos ponemos de acuerdo ni en cuánto medimos, ya no hay peligro de que nos entendamos en nada. No es raro que el símbolo de España sea un niño grande al que llamamos Miguelín cuando tiene una talla de siete metros y todos ven que es Miguelón. Hemos hecho de la negación de la realidad una patente y una tarjeta de visita internacional.
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