Grupos
La perversidad de las quinielas
Comienza el aquelarre de las quinielas electorales que tanto disgusta a los políticos que caen y tanto agrada a los que suben. Todo pura entelequia periodística hasta que el jefe de filas no ordene la lista de marras. Cierto es que las filtraciones de los que suben y de los que bajan está a la orden del día, los primeros porque quieren llegar a la cima y, los segundos, porque quieren bajar al fuego de los infiernos. Pero esto es la tramoya en esencia pura; el teatro y la pantomima en la que se cuecen los michirones políticos. Nada es cierto al tiempo que todo lo es, mientras se cuecen a fuego lento unos y otros, aderezados todos ellos con las especias de la espera, que es el espacio suficiente para desesperar. Faltan las listas municipales y faltan las listas autonómicas, entre codazos y pisotones en los callos y, todo ello, mientras el jefe no habla, que es quien tiene la última palabra y quien dirá sí o no, sube o baja, entra o sale, permanece o se cae. Las quinielas están bien para el ambiente, para el medioambiente de las precampañas electorales y para la venta de periódicos y programas televisivos. Pero va mal para la bilis y los equilibrios familiares de quienes suenan o dejan de sonar. Pero ésta es la esencia en estado puro de la política electoral, que debe ser tomada con la suficiente distancia y frialdad para que no abrase más de lo que le corresponde. Los españoles somos muy dados a quedarnos bobos ante el fuego lento, mientras otros lo pasan crudo y sus familias sufren. No soy especialmente partidario de las quinielas, pero haberlas, haylas, como las meigas. No soy partidario porque tras cada nombre que suba o baje, que entre o salga, hay un sufrimiento personal, aunque esto es como la salsa en un buen plato. Veremos estos próximos días muchas quinielas, quizá menos que las que hace el organismo estatal de loterías. Es cierto que algunas se justifican en función de la gestión política realizada por el saliente más que por el entrante, como tan cierto es que muchas veces el saliente no es culpable de que su gestión solo adquiera nota del aprobado justo. Da lo mismo, en política eso no está puesto en consideración, ya que muchas veces la gestión depende de la «cama» que se le quiera hacer al saliente, y de los apaños y bienaventuranzas que se le otorguen al entrante. Quinielas habrá, para desgracia de unos y alegría de otros, como las filtraciones de quién entra o quién se va. Los nombres que ahora se barajan en los distintos medios no dejan de ser sino quinielas y la única manera que hay de luchar contra ellas, de quitar el hierro y la desesperanza a quienes estuvieron cuatro años para defender un proyecto, es que sus jefes digan lo que saben o lo que desean. Puede sonar inocente esta opinión, pero más de uno, tanto de los que suben como de los que bajan, la desearían con la claridad de los días que nos trae la primavera murciana, porque el resto es pura tramoya y desesperanza. Todo es posible, por supuesto. Mañana mismo uno puede hacer mil quinielas, pero no las haré, porque no estoy dispuesto a hacer la vida difícil a nadie. La seriedad, la confirmación también debe llegar al mundo de las quinielas, sobre todo para no hacer daño.
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