Castilla-La Mancha

La Justicia y el arco del triunfo

La Razón
La RazónLa Razónfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@4f6053d7

La clase política está dando a las sentencias judiciales la misma utilidad que tienen los periódicos a la mañana siguiente de salir crujientes de la rotativa. En mi casa los usan para envolver el pescado, para limpiar los cristales del cuarto de baño, para reposar la paella o para evitar churretes de aceite en la encimera, aunque no está mal hacer algún recorte y entretenerse a la hora de la intimidad. Hay, en cualquier caso, excepciones. Iñaki Anasagasti, por ejemplo, además de dedicarse a la jardinería capilar, tiene los bajos de su casa repletos de papeles amarilleados, páginas de periódico indultadas de la fosa común que le gusta leer de tarde en tarde.
Iba a seguir con lo que esconden algunos sótanos, como las muñecas inflables de «Tamaño natural» que Berlanga tenía en Somosaguas, pero estábamos con las sentencias. Y digo que la clase política tiene la mala costumbre de pasárselas por el arco de triunfo un día sí y otro también. Hay insumisión judicial. En Andalucía el último ejemplo lo tenemos con la sentencia del Tribunal Constitucional de marzo. El Constitucional dejó bien claro que el Gobierno andaluz, en contra de lo que establecía el artículo 51 del Estatuto –pactado, hay que recordarlo, por PP, PSOE e IU–, no podía ostentar las competencias en exclusiva del Guadalquivir porque se da la circunstancia de que el río, por muy nuestro que lo sintamos, pasa también por Extremadura, Murcia y Castilla-La Mancha ¿Qué es lo que hace el PSOE? Tirar de alquimia jurídica y proponer una fórmula legislativa –que ha accedido a tramitar la oposición– para que el Gobierno, amparándose en un resquicio legal que impusieron los nacionalistas en la Carta Magna, delegue las mismas competencias declaradas inconstitucionales.
Igual ocurre con el fallo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que se pronuncia bien claro en contra de la inmersión lingüística en catalán y recoge que el castellano debe ser también una lengua vehicular en las aulas. Tiempo le ha faltado a todo el arco nacionalista para llamar a la rebelión. Incluso Rubalcaba se ha catalanizado por ensalmo defendiendo la inmersión. Y Rajoy, tan sí pero no, dice en una entrevista radiofónica que lo que quiere es que los niños sepan hablar castellano, catalán e inglés.
Podemos seguir con la sentencia de la Audiencia Nacional a la «cuidadora» Usabiaga y a Otegui, el bueno. Y podemos seguir hasta que pongamos mañana otra vez el periódico en la encimera. Pedro Pacheco no afinó su celebérrima frase de «la Justicia es un cachondeo». Es la clase política la que se toma a cachondeo la Justicia.