Londres

Barrenderos la última psicosis terrorista

Durante la visita de Benedicto XVI al Reino Unido fueron detenidos seis empleados de limpieza de origen musulmán bajo la sospecha de que estaban preparando un atentado. Fueron puestos en libertad: venció la psicosis

Barrenderos la última psicosis terrorista
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Chiltern Street es una pequeña calle situada en el lujoso barrio de Paddington. El martes, a primera hora de la mañana, todo transcurría con normalidad. Las personas corrían con café en mano de camino a la oficina, los turistas comenzaban a hacer cola en el Museo de Cera Madame Tussauds y los niños marchaban para el colegio. Nada excepcional excepto por un pequeño detalle: las seis personas detenidas bajo sospecha de planear un ataque contra el Papa volvían a su puesto de trabajo. Tras su liberación, la empresa de limpieza Veolia Environmental se mostró reacia a la hora de especificar sus destinos por no preocupar a los vecinos, pero, según hemos confirmado, los seis empleados, en su mayoría de origen argelino, regresaron al mismo depósito donde fueron arrestados.

 En el oscuro callejón donde se aparcan los carritos de la basura, el mutismo es absoluto. Las miradas de los pocos que salen de la oficina dejan claro el pacto de silencio. «¡Fuera de aquí! No hay nada que contar. Les han liberado sin cargos ¿entiendes lo que es eso?». Mi presencia provoca nerviosismo. Mi cámara de fotos, terror. «¡Dámela!», me dice uno de los empleados. Su acento y su color de piel dejan claro que no ha nacido en Londres. «Mi coche ya ha salido bastante en los medios. Tengo familia. No quiero problemas. No tengo nada que ver en esto. Yo no soy ningún terrorista», dice. Una a una revisa todas las imágenes. Las borra y desaparece en una pequeña sala.

 Sólo cuando no queda nadie, un joven africano me hace una señal para que me acerque a hablar con él. «¿Llevas grabadora? Mi voz es muy característica, no llevas grabadora, ¿verdad?». Tras revisar el bolso y quedarse tranquilo empieza a hablar. «Somos gente trabajadora y los que fueron detenidos también. Todo fue una equivocación. Ellos son normales, nunca les habría visto como sospechosos de nada. Todos nos quedamos muy sorprendidos. La Policía hizo su trabajo y ahora que todo está aclarado queremos volver a la normalidad».

 Mientras cuenta su testimonio entrecortado por los nervios, mira una y otra vez a la calle. «Lo que aparece en los periódicos queda para siempre y nadie quiere verse envuelto en esto, ¿entiendes? Si luego tenemos que pedir visa para trabajar en otro sitio, no queremos que nos relacionen con esto. Y ahora vete, por favor».

 No acepta ni una sola pregunta más. Y tampoco quiere dar detalles sobre su nacionalidad. «¿Llevas mucho tiempo en Londres?», le digo. «El suficiente». Cuando coge su carrito para irse, me mira de reojo comprobando que no le saco fotos.

A pesar de que Scotland Yard no ha desvelado los motivos por los que se llevaron a cabo las detenciones, el rumor que corre por el vecindario es que todo empezó con una broma. En la barra, el asunto sirve de debate para amenizar el desayuno. «Al parecer aquella mañana los de la limpieza estaban haciendo chistes con que iban a matar al Papa. Alguien les escuchó y llamó a la Policía», dice uno de los clientes.

Amenaza «severa»

Mientras algunos consideraban que la actuación fue «exagerada», otros aseguraron que despligues policiales de este tipo les hacen sentirse más seguros. «Nunca se sabe cuándo es una broma o cuándo la conversación acaba con una bomba», señala una mujer. «Yo quizá también habría llamado». Cuando el Ministerio del Interior situó a principios de año la amenaza terrorista en «severa» –la cuarta más grave de cinco niveles–, la advertencia que se dio a los ciudadanos fue clara: notificar cualquier comportamiento u objeto sospechoso.

 El responsable del MI5, Jonathan Evans, aseguró recientemente que Al Qaida seguía como principal objetivo para los servicios de seguridad. En los últimos años, la organización terrorista ha aumentado las ramas en Somalia y Yemen. Pero el Gobierno es consciente de que la verdadera amenaza la tiene en casa, concretamente en las prisiones. Y es que las cárceles de Reino Unido se han convertido en el mejor escenario para captar nuevos fieles.

«En el último lustro se han encarcelado alrededor de 150 musulmanes con condenas relacionadas con terrorismo. Las autoridades piensan que así se termina el problema, pero no hace más que empezar», asegura James Brandon, portavoz de Quilliam Foundation. Este «think-tank» musulmán, contrario a cualquier doctrina extremista, colabora con las autoridades británicas y ha sido su último informe el que ha dado la voz de alarma. «Empiezan enseñándoles cómo sobrevivir en prisión para ganarse su confianza y luego les comen la cabeza», matiza.

Un solo atentado

Entre los numerosos terroristas británicos que se convirtieron al islamismo más radical durante su estancia en prisión, destaca Richard Reid, acusado de intentar hacer estallar un avión que recorría la ruta París-Miami con explosivos escondidos en sus zapatos.
 Desde el año 2000, en Reino Unido se han descubierto más de veinte complots de islamistas. Sólo uno se ha llegado a cometer: los atentados del 7de julio de 2005, que se cobraron la vida de 52 personas. Con todo, más de 230 personas –musulmanas y no musulmanas–han sido encarceladas por participar en la organización de ataques similares.

Las autoridades penitenciarias vigilan para que los reclusos recién llegados tengan el menor contacto con los fanáticos. Entre las cien personas que actualmente están en cárceles británicas condenadas o detenidas por causas relacionadas con el terrorismo, destacan Abu Qatada –uno de los ideólogos yihadistas radicales más influyentes– y Abu Hamza. Según Quilliam Foundation, estos imanes han llegado a utilizar las tuberías que pasan por las celdas para difundir su mensaje.

 Para hacer frente al problema, la fundación propone educación, tanto dentro de la prisiones como en la calle. Las tensiones con la comunidad musulmana en las islas atravesaron su peor momento entre 2005 y 2007. En los últimos años, la situación se había calmado, pero el último sondeo publicado por YouGov –una de las firmas más respetadas del país– reveló que la mitad de los británicos encuestados aún asocia el islam con el terrorismo. «Esto indica que aún queda mucho por hacer», destaca Brandon. «En Londres, donde hay más oportunidades de trabajo, están más integrados, pero en otros puntos de Inglaterra, como en el norte, cada comunidad vive por separado», señala.

La fundación «Exploring Islam» ha puesto en marcha una campaña para cambiar la percepción de la sociedad. Distintos carteles con fotografías de hombres y mujeres musulmanas que apuestan por los derechos humanos y la responsabilidad social se pueden ver estos días por las distintas paradas de metro y autobús de la capital británica. Los póster tan sólo están a unos metros de los anuncios que advierten de que «cualquier equipaje desatendido será destruido en beneficio de su seguridad».