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OPINIÓN: Luz y sombra

La Razón
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El pasado martes presenté en la Fundación Pedro Cano de Blanca el libro de poesía de Pedro Alberto Cruz No comparto las razones de la luz (Huerga Fierro). Se trata del primer libro de poemas del consejero de Cultura, aunque me consta que ya había escrito poesía antes y sigue haciéndolo, de hecho en la lectura que hizo durante el acto leyó dos poemas inéditos, no incluidos por lo tanto en este libro. Igualmente ha publicado varios ensayos, más que notables, en alguno de los cuales el cuerpo, y lo corporal en el arte contemporáneo, es protagonista.
El cuerpo también tiene una presencia envolvente en este libro en el que emoción y reflexión se dan la mano a partes iguales, por lo que se sitúa en un lugar intermedio entre lo que sería, según la clásica división española de las últimas décadas, la poesía de la experiencia (Francisco Brines, Eloy Sánchez Rosillo) y la de la diferencia, más interesada en la tentativa de la palabra como mediadora con lo divino, signifique esto lo que signifique (Valente, Clara Janés).La angostura de esta columna no me permite extenderme en el sentido en que lo hice en la presentación en Blanca (espero hacerlo en otra ocasión), pero diré que su poemario es en cierto modo una metafísica del dolor y una poética del cuerpo. Las razones de la luz no bastan porque a veces el sentido de la vida, si es que esta lo tiene, está en ese dolor tenaz que va más allá del dolor físico, pues este no tiene memoria, según un verso del propio autor.
Muy cercano, en cierto modo, a Pessoa, Cruz reúne bajo un solo título y firma las «muchas contradicciones» que el escritor portugués dispersaba en sus varios heterónimos. Luz y sombra, sin distinción, porque a veces la sombra es salvadora (la noche oscura del alma de la mística sanjuanista) y la luz ciega. Una primera propuesta poética de Pedro A. Cruz potentísima, llena de significados, sin concesiones. Para leer.