Cádiz
Sanidad militar herida
Y si no se soluciona pronto, herida de muerte, cuando tenemos 3.000 efectivos en el exterior y 150.000 –entre miembros de las FFAA y Guardia Civil– en el interior. Yo respeto y quiero a los componentes de un Cuerpo que atesora, desde su inicio en aquellos Reales y Militares Colegios de Cirugía de Cádiz y Barcelona(1748-1796) hasta la trayectoria del capitán médico Ramón y Cajal en Cuba, noventa y nueve Laureadas de San Fernando ganadas en combate por sus miembros y un largo y merecido prestigio profesional. Hablo por tanto de un Cuerpo militar, esencial para los Ejércitos. En una Bandera Paracaidista, mi primer destino, comprendí todo lo que representaba el médico en una unidad en la que eran frecuentes los accidentes, algunos de ellos mortales. El entonces teniente Batista omnipresente en todos nuestros ejercicios era previsión, intervención inmediata, buena puesta en estado de evacuación. Era, además, consuelo, escuela, psicólogo, consejo. De aquélla y de otras unidades vi salir a los médicos que apoyaron un hospital provincial en Go-Cong al sur de Saigón en plena guerra del Vietnam. Su esfuerzo fue silenciado, como tantas otras veces. Sólo Luis María Anson y José María Gironella nos dejaron un testimonio entrañable de su buen hacer. Más tarde conocí en Francia el Hospital militar de Val-de-Grâce uno de los centros médicos de mayor prestigio del país, al que acude el presidente de la República o los de los países amigos. En EEUU es también frecuente ver a su Presidente asistido en hospitales militares. Aquí teníamos una buena red hospitalaria y sobre todo un magnífico capital humano. Por supuesto existían desajustes. Una base aérea –Talavera–podía disponer de siete médicos en plantilla, cuando en un inmediato Centro de Instrucción de Reclutas de Cáceres, con tres mil hombres practicando ejercicios de tiro cada día, contaba tan sólo con uno. Se precisaban reformas, por supuesto, pero no un «acoso y derribo». Hoy, todo se ha venido abajo, con muy difícil solución, porque se ha destruido el espíritu del Cuerpo, el entusiasmo vocacional, la ilusión por servir bien.Ya sé que el problema es general. Fuerzas Armadas no son ajenas a lo que se respira en la sociedad. Recientemente protesté en un medio de Barcelona porque dedicaba dos páginas enteras a la recuperación de un futbolista y sólo 140 palabras camufladas en la página 45 dedicadas a un trasplante de cara realizado en Vall d´Hebron por treinta médicos coordinados por el Dr.Barret. Sencillamente les decía que me sentía avergonzado al ver como no se daba importancia a aquel enorme esfuerzo. No me lo publicaron. Vall d´Hebron es un hospital público. No es rentable hablar de lo público y de lo vocacional. Punto. ¿Cómo extrañarnos de que no acudan médicos a nuestras convocatorias? Tenemos que acudir a estudiantes residentes internos de nacionalidad dominicana, haciendo encaje de bolillos con Interior para regularizar su situación. ¿De donde vienen los males? Aparte «asuntos internos» como el que adelanté, hay un problema del propio organigrama del Ministerio: el Cuerpo depende de la Subsecretaría, un órgano político-administrativo normalmente cubierto por personas sin ninguna experiencia médica ni militar. Deberían depender, en mi opinión, de la línea de Mando JEMAD/Jefes de Estado Mayor que es la que precisa apoyos médicos en misiones exteriores, en la UME, en la Guardia Civil y en las propias Fuerzas Armadas.Segundo punto: los intereses de «corporaciones» privadas, políticamente bien situadas siempre, más que interesadas por desmantelar una competencia de prestigio. Con la excusa de reducir costes, de ampliar ofertas de servicios, se destruyó la red asistencial, reserva sanitaria importante en caso de catástrofes o atentados, llegando incluso a la demolición física de los edificios –Hospital del Aire– para evitar reconsideraciones y colapsando cualquier posibilidad de convenio con la Seguridad Social que pudiese hacer viable el uso de unas costosísimas instalaciones pagadas por todos los ciudadanos. El caso del Hospital Militar de Sevilla es sangrante. No sólo funcionaba asociado con la Seguridad Social en el marco de un convenio bien diseñado que se aventuraba como modelo a seguir, sino que constituía la «madre» de la que salieron los prestigiosos EMAT (Escalones Médicos Avanzados) debidos al entusiasmo y sacrificio de unos profesionales –Álvarez Leiva, Hontanilla, Guiote, de la Torre– cuyos nombres no olvidaremos nunca. Pues bien, un ministro –hoy en la oposición– mal aconsejado por un turbio e influyente personaje uniformado, decidió cerrar Sevilla en beneficio del hospital naval de San Fernando. ¡Se perdió todo un caudal de experiencias adquiridas por el EMAT en el terremoto de Irán (Junio 1990),en Kurdistán (primavera 1991), luego en Bosnia a partir de 1992, Kosovo, Albania, etc. Podría extenderme en otras causas, cuando es más necesario pensar en soluciones. Las tienen bien definidas, me consta, los mandos responsables: convenio con la Universidad de Alcalá de Henares, reconstrucción piramidal del Cuerpo de Sanidad en la que sanitarios, enfermeros o las propias Damas –también especie en extinción– constituyesen la base sobre la que debían trabajar médicos y especialistas; convenios con SAMUR y con servicios de Emergencias que han sabido extraer experiencias de los EMAT y de los hospitales de campaña, que gozan de bien ganado prestigio y realizan muchas funciones parejas a las de la Sanidad Militar. No caben mas reflexiones en una tribuna. Sólo pretendo animar a los que estudian soluciones para ayudar a recuperar el entusiasmo y prestigio de un Cuerpo, que considero esencial para la vida de los Ejércitos. Si siempre ha sido así, hoy lo es más que nunca.
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