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Hacia dónde van los coptos por Cecilia García
La muerte siempre es inoportuna, pero la del Papa de la Iglesia copta en Egipto, Shenuda III, es un serio contratiempo para la comunidad copta y para el futurible de la república árabe. Este deceso añade una variable que sacude la frágil estabilidad política, social y religiosa de Egipto. En unos momentos en los que los musulmanes y los coptos se observan de reojo tras la matanza de decenas de miembros de esta minoría cristiana a manos de airados musulmanes el pasado mes de octubre. Shenuda III estaba llamado a jugar un papel vital para la buena convivencia ante la nueva Constitución y la elección en mayo del nuevo presidente, que deberá de hacer no pocos equilibrios para que ninguna comunidad se vea estigmatizada en el nuevo Egipto, que conviene que no reproduzca añejos conflictos. De ahí el lamento de sus fieles, que se sienten huérfanos sin la figura protectora de un patriarca que siempre supo moverse con soltura entre los laberintos del poder para asegurarse de que la minoría cristiana tuviese un peso específico en Egipto y no se viese amenazada en su propia tierra. Lo logró con Mubarak pero ahora el tiempo lo marcan los musulmanes. Es hora de que lloren los coptos por la desaparición de Shenuda, pero es de desear que además no tengan que lamentarse por la incapacidad de elegir un líder, no sólo espiritual, dotado de una exquisita diplomacia y temple para afrontar un futuro lleno de desafíos. Lo escrito, una muerte inoportuna...
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