España
Contra el Papa
Aunque parezca insólito, hay gente muy molesta porque España sea la sede de la Jornada Mundial de la Juventud y se opone de forma visceral a que nos visiten dos millones de jóvenes procedentes de 170 países. Que además sea el Papa el que presida este multitudinario acontecimiento les produce un ataque de urticaria que daría risa si no fuera porque son jaleados por una izquierda que se ha lanzado desesperada a la movilización electoral. Destacan por su beligerancia los «indignados» del 15-M, que han convocado una manifestación en Madrid para el día 17. Cada vez es más evidente que aquel movimiento nacido en Sol está llamado a recoger el testigo del sindicato de la «ceja». El escándalo de corrupción de la SGAE ha desacreditado a ese sector del espectáculo que tan determinante fue para las dos victorias de Zapatero, de ahí que Rubalcaba confíe en los «indignados» para reanimar a su frustrado electorado y hacer los trabajillos menos decorosos contra la derecha. En este punto, la vista del Papa es una excelente ocasión para calentar los ánimos y agitar las aguas muertas del estanque socialista. La crítica mayor contra la visita papal es que cuesta mucho dinero público, aunque no se dan cifras. Es conocido que la JMJ supondrá un desembolso de unos 50 millones de euros, la mayoría de los cuales son aportados por los participantes, por medio centenar de grandes empresas privadas y por la propia Iglesia española. El Estado se limita a facilitar infraestructuras públicas y garantizar la seguridad, del mismo modo que lo hace cuando hay un partido de fútbol, una manifestación sindical o las cabalgatas del orgullo gay, por citar algunas citas menores a las que el Gobierno dedica generosamente material y personal para preservar el orden público. Pero si de lo que se trata es de hacer cuentas de la JMJ y de la visita de Benedicto XVI, el resultado desmiente a sus críticos: es un negocio redondo para España, que en ocho días ingresará más de 150 millones de euros y podrá mantener miles de puestos de trabajo gracias a la «invasión» de dos millones de jóvenes, la mayoría de los cuales aún no conoce los atractivos culturales, religiosos y turísticos de nuestro país. ¿Cuánto costaría una campaña de publicidad para atraer a tanta gente joven? ¿Y cuánto contratar en las televisiones de 170 países todos los espacios que nos dedicarán? O los estrategas electorales del PSOE se buscan otra línea de ataque que no sea la económica o abundarán en el ridículo. Por lo demás, será digno de ver cómo dos mil «indignados» se manifiestan contra la fiesta religiosa de dos millones.
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