La Paz

Un presidente en la cuerda floja

Evo Morales, durante el desayuno de prensa celebrado ayer en Madrid
Evo Morales, durante el desayuno de prensa celebrado ayer en Madridlarazon

BUENOS AIRES- La «refundación» de Bolivia no está resultando una revolución de guante de seda sino más bien un camino plagado de espinas. Aunque la clase indígena, mayoritaria en el país andino, ha avanzado notoriamente en el restablecimiento de sus derechos, la «otra» Bolivia se ha quedado en el camino.Así quedó constatado durante los continuos comicios que marcaron el primer mandato de Evo Morales. Primero vino la Asamblea Constituyente con la que el líder cocalero buscó modificar la Constitución para poder perpetuarse en poder. Después el referéndum, y más tarde las elecciones presidenciales y regionales.En medio de tanta elección hubo tiempo para matanzas como las protagonizadas en la región de Pando, donde murieron cerca de 20 campesinos es circunstancias todavía por esclarecer y enfrentamientos entre cambas y collas que por momentos, amenazaron con originar una guerra civil. Y es que mientras una parte de Bolivia celebra la nueva Constitución y el segundo mandato de Morales la media luna opositora, Beni, Santa Cruz y Tarija, proclama su autonomía.La estrategia del Movimiento al Socialismo –MAS– es la de rematar su apuesta de tener el «poder total». Una vez que domina el Congreso y las instituciones fundamentales del Estado «plurinacional», entre ellas la justicia, ahora su propósito es extender este dominio al ámbito de los poderes regionales, particularmente de la parte oriental del país que hasta hace menos de dos años tuvo al Gobierno acosado.Mientras Evo se paseaba por Madrid, el sindicato de maestros continuaba con sus marchas y huelgas en La Paz. Exigen un incremento salarial superior al 5%, pero la administración las rechaza y amenaza con descontarles los días no trabajados. El Gobierno logró firmar acuerdos con otros sectores sindicales hace unos días para evitar una huelga general, pero el de los maestros no cedió. También la Iglesia ha mostrado su malestar. Morales calificó a la Iglesia Católica de «símbolo vivo» del colonialismo europeo que debe desaparecer de Bolivia.