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Pensiones de muerto
Estoy que no quepo en mí de gozo tras conocer que a los 67 años cumplidos voy a poder jubilarme. Ya ven, en plena flor de la vida. Gracias a la generosidad del Gobierno y por haber nacido en la gloriosa década de los sesenta –que es a quienes de verdad nos van a pegar el leñazo– tendré todo un prometedor futuro por delante: que si un chachachá por aquí, un ligoteo por allá, un rasca y gana de la Once, plantearse una saludable vuelta a la Universidad. La verdad es que no me he puesto todavía a pensar en serio lo que haré cuando llegue mi hora de jubilata porque la cosa igual cambia, qué digo de aquí a los 67 años, ¡de aquí al lunes!, que es el período máximo de vigencia de cualquier decisión en el Gobierno y al ingenioso Zapatero todavía le podría dar por cambiar de opinión hasta esa fecha. Encuentro muy grave, sin embargo, que simultáneamente no se haya establecido por decreto retrasar también a los doce años la retirada del chupete en los infantes, más que nada por compensar la pura biología humana por delante, dado que viviendo más –que es la monserga con la que nos bombardean ahora– se me hace corto estar sólo un par de añitos mamando de una teta artificial.
Doce años con chupe en los niños es un periodo similar al que, por ejemplo, los diputados pasan en el Congreso para cobrar la pensión máxima y ése me parece un tiempo razonable. O ya puestos, podían haber decretado que para cobrar pensiones fuese obligatorio la condición de estar muerto, que es al fin y al cabo lo que pretenden dándonos la jubilación al borde mismo del sobre eterno. Todo resultaría mucho más fácil y, por supuesto, mucho más barato pues se acudiría al cementerio, se contarían las tumbas y se dividiría por el número de cotizantes para establecer la paga. Y el que luego no vaya a recogerla, allá él con sus caprichos. La verdad es que con estas sopla-estulticias gubernamentales no nos entra la risa floja porque nos ha pillado a todos desprevenidos en el paro, que si no. Primero nos dijeron que la caja de la Seguridad Social estaba a rebosar, luego que nos hacían falta inmigrantes a porrillo para garantizar las pensiones y, ahora, que sólo podremos cobrarlas un poco antes de morirnos. Yo creo que acabarían más rápido si nos dijeran que lo único que quieren es que nos peguemos un tiro y que el Gobierno nos regala la pistola. Por supuesto, consensuado todo con patronal y sindicatos.
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