Pekín
Una Navidad contra la persecución
El Papa ha recordado en el mensaje «Urbi et Orbi» a las personas que sufren persecución por razones religiosas.
MADRID- Benedicto XVI recordó de manera especial en su mensaje navideño a los cristianos perseguidos de China, una mención que es significativa sobre todo por lo inusual. En sus alocuciones públicas de los últimos meses, el Papa pedía libertad religiosa sin mencionar directamente al gigante asiático. Pero en el Mensaje «Urbi et Orbi», a la vista de todo el mundo, uno de los momentos más televisados el año, el mensaje a los católicos chinos ha resonado con fuerza: «Que la celebración del nacimiento del Redentor refuerce el espíritu de fe, paciencia y fortaleza en los fieles de la Iglesia en la China continental, para que no se desanimen por las limitaciones a su libertad de religión y conciencia y, perseverando en la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, mantengan viva la llama de la esperanza».
En 2006, la Iglesia patriótica china, controlada por el Gobierno comunista, nombró una serie de obispos sin la autorización papal. Después se abstuvo de hacerlo y pareció llegar un periodo de distensión entre Roma y Pekín. Pero el pasado 20 de diciembre ocho obispos chinos, técnicamente en comunión con Roma, pero en la práctica obedientes a la Iglesia patriótica china, ordenaron sin permiso papal a un nuevo obispo en Cheng, en un gesto de desafío al Vaticano. Por eso Benedicto XVI denuncia ahora públicamente las «limitaciones a su libertad de religión y de conciencia» y pide a los fieles «perseverar en la fidelidad».
El Pontífice insistió en su llamado de las últimas semanas a los líderes políticos para que defiendan la libertad religiosa en el mundo. «Que el amor del Dios con nosotros otorgue perseverancia a todas las comunidades cristianas que sufren discriminación y persecución, e inspire a los líderes políticos y religiosos a comprometerse por el pleno respeto de la libertad religiosa de todos», pidió el Papa.
El Santo Padre, como es habitual en el mensaje de Navidad al mundo, recorrió en su discurso diversos escenarios de tragedias y conflictos. «Que la luz de la Navidad resplandezca de nuevo en aquella Tierra donde Jesús ha nacido e inspire a israelitas y palestinos a buscar una convivencia justa y pacífica. Que el anuncio consolador de la llegada del Emmanuel alivie el dolor y conforte en las pruebas a las queridas comunidades cristianas en Irak y en todo el Medio Oriente, dándoles aliento y esperanza para el futuro, y animando a los responsables de las naciones a una solidaridad efectiva para con ellas. Que se haga esto también en favor de los que todavía sufren por las consecuencias del terremoto devastador y la reciente epidemia de cólera en Haití. Y que tampoco se olvide a los que en Colombia y en Venezuela, como también en Guatemala y Costa Rica, han sido afectados por recientes calamidades naturales».
Paz duradera
El Pontífice pidió «que el nacimiento del Salvador abra perspectivas de paz duradera y de auténtico progreso a las poblaciones de Somalia, de Darfur y Costa de Marfil; que promueva la estabilidad política y social en Madagascar; que lleve seguridad y respeto de los derechos humanos en Afganistán y Pakistán; que impulse el diálogo entre Nicaragua y Costa Rica; que favorezca la reconciliación en la Península coreana».
Sabiendo que el mensaje «Urbi et Orbi» llega a muchas personas que no tienen fe, el Papa quiso también relacionar «verdad» y «amor», dos de sus temas más frecuentes, desarrollados por ejemplo en su encíclica «Caritas in veritate». «Si la verdad fuera sólo una fórmula matemática, en cierto sentido se impondría por sí misma. Pero si la Verdad es Amor, pide la fe, el «sí» de nuestro corazón. Y, en efecto, ¿qué busca nuestro corazón si no una Verdad que sea Amor? La busca el niño, con sus preguntas tan desarmantes y estimulantes; la busca el joven, necesitado de encontrar el sentido profundo de la propia vida; la buscan el hombre y la mujer en su madurez, para orientar y apoyar el compromiso en la familia y en el trabajo; la busca la persona anciana, para dar cumplimiento a la existencia terrenal», afirmó.
El Dios con nosotros
En un tiempo en que los cristianos son perseguidos y oprimidos, y en que la crisis daña especialmente a los más débiles, la homilía del Papa en la Misa de Nochebuena, el viernes a las 22:00 horas de la noche, fue una proclamación del poder del Niño Dios frente a los opresores. «Dios ha descendido realmente, ha entrado en el mundo, haciéndose uno de nosotros para atraernos a todos a sí. Este niño es verdaderamente el Emmanuel, el Dios con nosotros. Su reino se extiende realmente hasta los confines de la tierra», afirmó el Pontífice. «Este niño ha encendido en los hombres la luz de la bondad y les ha dado la fuerza de resistir a la tiranía del poder. Él construye su reino desde dentro, partiendo del corazón, en cada generación. Pero también es cierto que no se ha roto la vara del opresor. También hoy siguen marchando con estruendo las botas de los soldados y todavía hoy, una y otra vez, queda la «túnica empapada de sangre».
Por eso el Papa pidió con vehemencia al Niño Dios: «Señor, cumple por entero tu promesa. Quiebra las varas de los opresores. Quema las botas resonantes. Haz que termine el tiempo de las túnicas ensangrentadas». Cumple la promesa: «La paz no tendrá fin», dijo citando el capítulo 9 del profeta Isaías. «Te damos gracias por tu bondad, pero también te pedimos: muestra tu poder. Erige en el mundo el dominio de tu verdad, de tu amor; el reino de justicia, de amor y de paz».
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