Zaragoza

Padilla cierra el círculo a hombros

Pamplona. Décima y última de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Torrehandilla y uno de Torreherberos, 3º, muy desiguales de presentación. 1º, 2º y 3º, descastados; 4º y 5º, manejables con poco fondo; el 6º, movilidad con picante. Lleno de «no hay billetes». Juan José Padilla, de caldero y oro, estocada (oreja); buena estocada (oreja).El Juli, de burdeos y oro, estocada trasera (silencio); pinchazo, estocada (saludos).Daniel Luque, de caña y oro, dos pinchazos, estocada (silencio); estocada (oreja). 

Padilla cierra el círculo a hombros
Padilla cierra el círculo a hombroslarazon

Crujió Pamplona cuando Juan José Padilla se puso en los medios y brindó el toro. Regresaba después de la dramática cornada de Zaragoza a su plaza. Con mayúsculas y sin duda. En Pamplona se le venera. En la calle y en la plaza. Se notó mucho antes. Nada más empezar el paseíllo las peñas se lo dieron todo. Para ellos fue dedicado el tercer par al violín del primero. Se caía Pamplona. Se fue derecho con la espada, la hundió, y paseó un cariñoso trofeo. El toro de Torrehandilla tuvo las fuerzas justas y la casta bajo mínimos. La faena fue de querer pero sin alcanzar excesivo lucimiento. No se podía. No había más. Cuando Padilla paseó el trofeo, llegó a las peñas y éstas ondearon con más fuerza todavía unas banderas piratas que homenajeaban a ese Padilla, que casi murió una tarde en Zaragoza y resucitó cinco meses después en Olivenza. Lección de amor propio. Él mismo ondeó una de las banderas en su honor. Quizá se cerraba un círculo. El suyo, el de la superación, la propia. De nuevo en su plaza. Quién lo hubiera pensado entrado el invierno. "Te lo mereces, Padilla te lo mereces"cantaban las peñas. Unos y otros.


El cuarto tenía un metro de pitón a pitón. Exuberante cornamenta lució el torrehandilla. Luego se dejó sin más, sin fuerza ni demasiado ímpetu, pero Padilla, mentalizado, y con las ideas claras de dónde estaba, lo recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio y resolvió con oficio y habilidad. Se fajó con el toro. Adornos, toreo, toda la carne en el asador. La espada cayó en muy buen sitio y a la primera. El trofeo unánime. Una más una, puerta grande. A hombros salió el Ciclón de Jerez en el corazón pamplonés. Y a Padilla se le veía feliz. Miles de personas le esperaban a la puerta del éxito. Una locura blanca y roja que aupó al torero el último día de feria. 


El Juli se dio contra un muro inmenso. Tan grandón el toro como vacío de contenido. No era toro ni de recrearse ni de jugársela. Ruina.


No apretó mucho al quinto, que tenía algo más de chispa y era repetidor. La nobleza la encauzó El Juli dejándole siempre el engaño en la cara, cuidando la altura, los toques suaves, pero duró el toro un suspiro. No más. Arrimón incluido.

A Luque tampoco le fue fácil la cosa, se medio dejó el toro por el izquierdo, que bajó mucho de presentación, pero sin fondo ni remate. La faena tuvo voluntad pero no pasamos esa barrera.
Más movilidad y picante sacó el sexto. Se desplazó pero el viaje no solía ser limpio. Luque aprovechó el momento, la circunstancia, el escenario y quiso hacer el toreo. Ya para remate se deshizo de la espada y se cambió la muleta de mano para pasarse al toro una y otra vez. Ahí entró el público. Y paseó la oreja. Pero la rendición había llegado mucho antes. "Illa, Illa, Illa, Padilla maravilla". Ya queda menos para San Fermín 2013.