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A Javier

La Razón
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Hace pocos días falleció en Madrid Javier Gil de Biedma, conde de Sepúlveda, un madridista no sólo ejemplar, sino espectacular. Fue vicepresidente del Real Madrid con Luis de Carlos y Ramón Mendoza. Pero mucho más importante. Era íntimo amigo de Alfredo di Stéfano desde los tiempos gloriosos de las cinco Copas de Europa. Llevaba al Real Madrid en su alma. Lo quería, incluso más, que a San Sebastián, la ciudad que correspondió a su amor concediéndole el «Tambor de Oro», la distinción donostiarra por excelencia, y que también tiene su amigo don Alfredo. Javier Gil de Biedma era parte del paisaje de la mejor época del Real Madrid, con su grupo de amigos inseparables, casi todos escapados ya de la vida. Santiago Muguiro, el conde de Teba, Jose Luis Ibáñez… Como a todos los buenos madridistas, el Barça le caía fatal.

El sábado, Javier, el Real Madrid jugó su primer partido contra el Barça de los cuatro que le han venido en 20 días. Era el menos importante. Sirvió para mucho. Empataron a uno. Cuando Albiol, del Real Madrid, hizo un penalti, le sacó el árbitro la tarjeta roja. Cuando Alves, del Barcelona, que ya tenía una amarilla, hizo su penalti, le perdonó la expulsión. Messi disparó con fuerza contra el público, y el árbitro no lo mandó a la calle. Eso lo hacen Cristiano Ronaldo o Pepe en el Camp Nou y todavía no han salido de la comisaría más cercana. El Barça, Javier, como tú bien sabes, es mejor, pero empieza a cansarme su ritmo y su arrogancia. Y tiene unos amigos extraordinarios entre los árbitros. O quizá, que todo puede ser, los árbitros temen su poder. Te seguiré contando lo que pasa en el futuro. Por ahora descansa. Con diez, como casi siempre que se juega contra el Barça, el Real Madrid consiguió empatar. Algo es algo, y me gusta decírtelo. Un gran abrazo, Javier.