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Otra dimensión del Cascanueces
Konchalovsky habla un inglés fluido y mueve las manos para remarcar algunas ideas. No apreciamos su estatura hasta que se levanta. La otra, su talla como director, no pasa desapercibida. Considera que la versión que ha firmado de «El cascanueces» no es una rareza en su producción «porque he hecho de todo, y éste es un género que me interesaba especialmente. No se trata de una película infantil, sino que va dirigida a tres generaciones, padres, hijos y nietos». Reconoce que su sello posee una estética especial: «He creado un mundo artificial, es decir, puse en pie el que deseaba ver y a partir de ahí he podido hacer lo que quería», y para ello ha dosificado las raciones tridimensionales, «porque es una fiebre terrible la que vivimos con el 3D, un mareo. Quería utilizarlo en momentos puntuales porque no es arte, sino un estímulo fisiológico. El exceso de azúcar enmascara el sabor», afirma con rotundidad, la misma con la que se refiere a la interpretación de Elle Fanning: «Jamás he conocido a una niña tan profesional; posee la intuición de un adulto. Apenas tuve que transmitirle nada porque clavaba las escenas».
Cucuruchos de palomitas
Esta versión animada y con personajes está en las antípodas, dice, de los cánones de Disney, porque los tiempos que corren hoy son otros: «Los niños están acostumbrados a ver lo dura que es la vida en la televisión, están bastante más preparados que antes». Subraya que en este trabajo abundan los elementos teatrales, «que se manifiestan incluso en la manera de actuar. Existe una simbiosis entre el mundo fantástico y el real», dice.
Konchalovsky (increíbles 74 años ya cumplidos) se queja, no obstante, de la falta de profundidad que reina en el cine: «La industria sólo desea hacer dinero y nutrirse con películas mientras se devoran enormes cucuruchos de palomitas, que es lo que realmente da dinero al cine, bastante más que las entradas. «El cascanueces» es un filme caro y muy cuidado para el que me costó conseguir financiación, pero no me pilló por sorpresa. Yo no hago cine a las órdenes de los que pagan. El cine de los buenos autores ya no está en Hollywood. Por ejemplo, ni Allen ni Mamet trabajan allí. A mí me gusta Europa». Determinadas películas de Hollywood, creadas con un mismo molde, le aburren soberanamente: «Los comportamientos de los personajes son predecibles. Sabes que cuando pelean en lo alto de un edificio quien caerá es el malo».
¿Y el real?
«Me encantaría estrenar en el Real, pero no me invitan», dice el director y deja escapar una sonrisa. Este hombre orquesta, que también es director de escena, estrenó en noviembre «Boris Godunov» en el Palau de les Arts. Se define como «un vendedor callejero que muestra lo que tiene» y prepara un guión sobre la vida de su adorado Rachmaninov: «Lo escribí hace 20 años, aunque sigue siendo bueno».
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