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Por una vez

La Razón
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Por una vez disiento de mi grande y cultísimo amigo César Vidal. En su última conversación con el «banquero» –ha creado un personaje–, éste le analiza con distancia algunos nombramientos ministeriales. El «banquero» considera al ministro de Justicia, nefasto, al de Interior, inadecuado, y al de Defensa, enigmático.

César no siente excesiva simpatía por Ruiz-Gallardón. Y es lógico, por cuanto los enfrentamientos y hechos pasados siempre pesan. Que César estime a Alberto Ruiz-Gallardón nefasto, no puede considerarse una sorpresa, porque un largo camino de discrepancias les separa de la armonía. Lo extraño es que el «banquero» y no César sea el encargado de calificarlo. A Jorge Fernández, ministro del Interior, el «banquero» lo tilda de «inadecuado». Creo sinceramente que Jorge Fernández Díaz merece un plazo de respeto para merecer o no semejante supuesto. Es verdad que elogió con excesivo almíbar a su antecesor, Pérez-Rubalcaba, pero yo interpreté ese azúcar innecesario como una muestra de cortesía. En pocos meses veremos si su nombramiento ha sido adecuado o no, un acierto o un error. Hasta la fecha, su actitud con las víctimas del terrorismo ha sido intachable, y no lo creo capaz de mejunjes ni masajes mutuos con los representantes del entorno del terror. Y el «banquero» considera «enigmático» al ministro de Defensa, Pedro Morenés. Dice textualmente: «¡Y ustedes nombran como ministro de Defensa a un perfecto desconocido!». En este punto de la charla con el «banquero», César tendría que haber rectificado a su confidente. «Fue Secretario de Estado de Defensa y Secretario de Estado de Interior, y por ello, no es un perfecto desconocido». Al menos, el «banquero» de César le concede un valor seguro: «No podrá ser peor que la señora Chacón». Algo es algo.

No puedo presumir de ser amigo de Pedro Morenés. Lo conozco de muchísimos años atrás, pero nunca nos hemos sentado a compartir una comida. Es vasco y en ocasiones disfruta con la estética de la altivez. Pero conoce a la perfección los entresijos del Ministerio de Defensa y cuenta con el apoyo de los militares. Además, es una persona de exquisita educación, que domina varios idiomas y tiene un sentido de la autoridad demostrado. Le ha tocado, como a todos sus compañeros de Gobierno, bailar con la más fea. Un presupuesto exiguo y una deuda considerable. Con esas limitaciones tendrá que mantener la operatividad y eficacia de las siempre maltratadas Fuerzas Armadas, ese conjunto de personas que conforman la institución más leal y admirable de nuestra sociedad. Sus primeras decisiones en Defensa han sido rápidas y certeras. El anterior JEMAD es un militar prestigioso y respetable, pero su imagen se ha confundido con frecuencia con la de la ministra Chacón. Es militar, pero no supo establecer la distancia entre la Milicia y la militancia, como han hecho, por ejemplo, el general Fulgencio Coll, querido y admirado en el Ejército de Tierra y el Almirante Manuel Rebollo, igualmente considerado en la Armada.

En ese mundo donde impera el sentido del deber, la disciplina, la vocación, el amor a España y la cortesía como norma social, Pedro Morenés no es un perfecto desconocido. El tiempo dirá si su nombramiento ha sido acertado, pero en el caso contrario el inconveniente no vendrá del desconocimiento, precisamente.

A pesar de estos diferentes puntos de vista, seguiré leyendo con avidez las conversaciones de César con su «banquero», más por la cultura e inteligencia de César que por los vaticinios del agudo «banquero americano» que de cuando en cuando, se precipita. Un abrazo, César.