Cádiz
OPINIÓN: Error
Hay errores normales, de los que comete cualquiera, y errores que sin costar la vida marcan la vida hasta la tumba. Como el ingeniero naval que construyó una carabela para la Expo de Sevilla de 1992 y cuando la botaron se tumbó perezosamente sobre su costado de estribor y allí quedó, con la quilla al aire y en directo.
O aquellos que para hacer la prueba de la milla a unas patrulleras que habían construido nuestros astilleros las enfrentaron en la bahía de Cádiz, las pusieron a toda máquina para cubrir la dichosa milla y acabaron chocando en mitad de la bahía, con algún muerto y enormes desperfectos.
Momentos estelares de la humanidad en que uno querría ser hormiga para no haber visto lo visto. Acabo de refrescar el que quizás sea el más asqueroso error cometido por un humano. A primeros de los 80, Ozzy Osbourne, líder de Black Sabbath, acostumbró a su fans a llenar de casquería el escenario (la cosa satánica) y de juguetes en forma de araña, serpiente, murciélago y otros seres encantadores.
Aquella noche Ozzy actuaba tan borracho como de costumbre y cuando vio un murciélago en el suelo le pareció de broma, lo alzó, enseñó los dientes (el público enloquecido) y le quitó la cabeza de un mordisco.
Que era un murciélago de verdad lo supo luego, cuando la cabeza del bicho se le movió dentro de la boca y notó el sabor peor y más extraño resbalándole por los dientes. Le costó seis inyecciones diarias contra la rabia durante semanas. Ahora, en sus memorias, ha dejado escrito su epitafio: «Decapitó a un murciélago de un mordisco», pero ni pío sobre el que le pusieron al pobre murciélago.
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