España
La mediocridad
Me e decía el pasado miércoles el doctor Suárez Parga, uno de los mejores especialistas de Europa en Aparato Digestivo, y gallego en el único buen sentido que esta palabra tiene, que la Ley de Incompatibilidades echó de la política a muchas personas muy preparadas. Y, junto a la doctora Rubio, recordábamos aquello de que a algunos políticos de la derecha el cargo les costaba dinero y para muchísimos de la izquierda era el único modo de vida. La política de altos cargos y dirigentes, a mi juicio, debía ser un período temporal en el que personas cualificadas y capaces que hayan demostrado antes su valía profesional dedicaran un tiempo a la vida pública, a mejorar la situación laboral y económica de los españoles y a mantener a España en el vagón de cabeza de la locomotora europea.Pero, desafortunadamente, se ha convertido para muchos en una profesión o en un medio de vida en el que se encuentran muy a gusto, porque su mediocridad es moneda común. Claro que, además, con tres sueldos como Leire Pajín y con el cargo asegurado de por vida (más que el puesto de funcionario, por cierto) para algunos miembros de los aparatos de los partidos y de los sindicatos, esos que no hubieran soportado ni tres millones de parados con un gobierno del PP, no hay quien los mueva del chollo, perdón, del cargo.Y esa mediocridad es la que ha propiciado las muy inteligentes medidas de ahorro. ¿Qué tal si ningún cargo público (presidenta del Constitucional, por ejemplo) puede ganar más que el presidente del Gobierno y más de un sueldo? Para lo que saben hacer, estaría demasiado bien pagado. ¡Y menudo ahorro!
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