País Vasco

La gran chapela por Alfonso Ussía

La Razón
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No puedo estar de acuerdo con el ingenioso, pero irónico diagnóstico que rubricó años atrás un conocido empresario de Guecho: «Hay tres modelos de vascos. Los que son nacionalistas, y lo reconocen; los que son nacionalistas, y se lo callan; y los que son nacionalistas y no lo saben». Conozco, quiero, admiro y respeto a centenares de vascos que se sienten vascos, están orgullosos de serlo y defienden y han defendido hasta la heroicidad su condición de españoles.

La industrialización de las provincias vascas, preferentemente Vizcaya y Guipúzcoa –Sabino Arana llamaba a los alaveses «burgaleses»– fue alentada desde Madrid por dos Reyes, Alfonso XII y Alfonso XIII. Llegaron a Vizcaya y Guipúzcoa decenas de miles de emigrantes de zonas más deprimidas de España y allí encontraron su trabajo y el futuro de los suyos. Eran los «maquetos», los de fuera, los peones de la floreciente industria, cuya reunión dio origen y fuerza al socialismo vasco. Los socialistas vascos no se integraron del todo en los movimientos nacionalistas porque éstos, desde el argumento de la raza, los despreciaban. «Si los "maquetos'' aprendieran a hablar el "éuskaro"los euskaldunes aprenderíamos el noruego», dijo el incomensurable racista fundador del PNV. Pero ese complejo de inferioridad, de sumisión a los naturales, de dependencia de sus superiores en las fábricas e industrias, determinó que el socialismo vasco, como el catalán de los «charnegos», se identificara cada día más con las teorías y dogmas de los nacionalistas. También ayudó a ello el desbarajuste vasco en la Guerra Civil y el consiguiente período de la posguerra, en el que tantas injusticias gratuitas se cometieron.

En Cataluña y País Vasco, se mantuvo la resistencia socialista, pero sus militantes cedieron en su concepto de hijos de España. Es más, muchos descendientes de «maquetos» y «charnegos» superaron a los nacionalistas en emociones y proyectos para ganarse su confianza y afecto. El españolismo, en las provincias vascas, quedó en manos de vascos tradicionales y tradicionalistas y de los comprendidos en la segunda opción de la definición inicial. Los vascos que eran nacionalistas y se lo callaban.

UCD y el PP, que tantos muertos han dado por su tierra, representaron la raíz española en las tierras vascas. También fueron asesinados muchos socialistas, enraizados pero no sometidos. Sucedió que la plena integración social exigió excesivas modificaciones en la firmeza, y muchos socialistas de Cataluña y el País Vasco no se han enterado aún de que son más nacionalistas que socialistas, lo que nos garantiza una permanente confusión. Montilla, el cordobés «charnego» que gobernó con los comunistas y los de la Izquierda Republicana en Cataluña, fue un desastroso Presidente de la Generalidad nacionalista. Y lo mismo. A pesar de la buena voluntad del pacto «constitucionalista» del PP y el PSE, ha ocurrido en el País Vasco. El «Lehendakari» socialista, apoyado por un PP benevolente y en exceso confiado, se ha desenmascarado como un nacionalista más, no se sabe si por convicción o tributo. Lo cierto es que España, como Patria común y no como Estado administrador, a los socialistas vascos y catalanes no les dice ni poco ni mucho, sino más bien, nada.

Se habla de las encuestas. Que los nacionalistas tendrán una abrumadora mayoría en detrimento de los «constitucionalistas». Abrumadora no. Aplastante. Sólo el PP y UPyD están en ello. Los socialistas vascos viven más cómodos con los nacionalistas. En mi opinión, juicio de valor, Pachi López es más nacionalista que socialista. Y en la suya, también.