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El infame aborto eugenésico

La Razón
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El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, adelantó ayer, en una entrevista concedida a LA RAZÓN, algunos aspectos de la próxima reforma de la ley del aborto, que volverá a ser de supuestos y no de plazos, de un enorme calado jurídico y ético. Se refiere el ministro a la supresión del supuesto de la malformación del feto, que permitía a la madre solicitar la interrupción del embarazo. Le asiste toda la razón al ministro cuando afirma que debe darse idéntico nivel de protección a un ser concebido, tanto si presenta alguna minusvalía como si no, en una recta interpretación de la doctrina sobre derechos humanos establecida por Naciones Unidas, que ya pidió a España en septiembre de 2011 que derogase cualquier supuesto discriminatorio por motivos de discapacidad en relación con la regulación del aborto.

Sin duda, Ruiz-Gallardón será objeto de todas las iras de la izquierda proabortista que, cautiva de sus dogmas, es capaz de abrazar aberraciones éticas como la eugenesia, que formó parte fundamental del corpus doctrinal del nazismo; pero también deberá enfrentarse a una opinión pública, herida de «buenismo», que sólo ve una carga insoportable en el nacimiento de un niño con minusvalías. De hecho, el Tribunal Supremo alemán «coló» el supuesto eugenésico aduciendo la imposibilidad de considerar «conducta punible» la de la madre que se negaba a llevar a término un embarazo con anomalías.

Pero la cuestión tiene otros aspectos complejos, más allá del campo de la ética o de la sentimentalidad. Las nuevas técnicas de diagnóstico prenatal, las mismas que han permitido el milagro de las intervenciones quirúrgicas intrauterinas y de las terapias génicas, están produciendo efectos perversos, a caballo de unas legislaciones que priman la medicina defensiva, al presionar a los médicos con la amenaza de fuertes indemnizaciones si no advierten a los padres de la posibilidad de que el feto presente alguna anomalía, ya sea un síndrome de Down o un labio leporino. Muchos profesionales, así presionados, extreman el celo al diagnosticar, más aún en el caso de las mujeres primíparas a edad tardía. Por no hablar de la selección del sexo, que ha llevado a algunos países de Asia y Oriente Medio a tener que prohibir ese tipo de prácticas para evitar la matanza de niñas.

Ayer, en nuestro periódico, el ministro de Justicia afirmaba que le parecía éticamente inconcebible que hubiéramos estado conviviendo tanto tiempo con esa legislación, que en sólo cinco años ha promovido en España más de 16.000 abortos eugenésicos. Es una muestra de coherencia que le honra. Queda que ponga en marcha la reforma legislativa, cuanto antes mejor.