Día de las Fuerzas Armadas

Viva la libertad

La Razón
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Tal día como ayer y hace treinta años asistí con mi novia a una conferencia de Nuria Espert y Adolfo Marsillac en una oficina de la CAM de Elda. Pasadas las ocho de la tarde hicieron acto de presencia en dicho local varios agentes de la Guardia Civil, que nos invitaron a disolver el acto dado que el capitán general de la región militar, Jaime Milans del Bosch, había decretado el Estado de Excepción y los tanques comenzaban a recorrer las principales calles de la capital del Turia. Fue mi noche del 23-F y la de mi mujer. Una experiencia irrepetible, única. Lo que le sigue, se lo pueden imaginar: Limpiar unos cuantos papeles, quitar alguna que otra bandera, llamar a algunos amigos y ponerme junto al transistor, desde donde seguí, hasta el discurso del Rey, la asonada militar. Fueron horas de mucha tensión y pocas renuncias, porque de haber triunfado aquel golpe el pueblo español y, especialmente los jóvenes, nos habríamos organizado para seguir en democracia, que era lo que teníamos y lo que ya disfrutábamos. El Rey estuvo en su sitio. Tal y como le había prometido a su abuelo el Conde de Barcelona, no aceptaría un régimen que no diera libertades al pueblo español, la democracia que reclamaba y los estatutos de autonomía, largamente reivindicados y anclados en la memoria de numerosos territorios españoles. Todo ello se logró con sólo unos disparos en el Congreso de los Diputados. La madurez de los españoles hizo el resto, y la valentía del Rey, que calzándose el uniforme de capitán general ordenó a los sublevados el regreso a los cuarteles y la restitución de los derechos democráticos. Y la noche acabó con el grito más querido: ¡Viva la libertad!