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Okupas por Lucas Haurie

La Razón
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Un viaje de sus padres al Algarve mantiene a tres sobrinos acogidos desde ayer en mi casa. Dicen que hasta el domingo pero, transcurridas las primeras 24 horas, estoy seguro de que los progenitores se han exiliado a las Bahamas, como cerca, sin intención de volver. Más allá de que tarde o temprano le darán el Nobel al fisiólogo que determine la causa por la que el pie de un niño al volver del colegio desprende un hedor más nauseabundo que el de las montañas de guano del puerto de El Callao, ¿cómo es posible que criaturas tan exiguas (once, nueve y cinco años) generen semejante caos? El «sacco di Roma» fue el cumpleaños de Heidi al lado de los estragos causados en mi (carísimo) parqué y los asistentes a Woodstock soportaron menos decibelios que los comensales que contemplan una discusión entre hermanos por el último trocito de manzana de la macedonia. Escribo la columna desde un cibercafé mientras la mayor monopoliza el ordenador, el mediano acapara el iPad y el benjamín se enseñorea de la televisión. A Bill Gates le cuesta más manejar los aparatitos. Así que es imposible tocar un asunto de actualidad: tampoco he podido leer la prensa porque se han dado maña para convertir tres diarios en confeti. Llegan noticias de que a la hora de la merienda, tomaron rehenes en el bar de la esquina. Si los bárbaros no se apaciguan antes del fin de semana, la comunidad de vecinos estudia pedir la mediación de Koffi Annan.