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Déficit público

El plan B

La Razón
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Gobierno y autonomías se han puesto de los nervios por la última recomendación de «Mafo»: hay que hacer un «Plan B». Algo fundamental, sin duda. A nadie debería extrañar que el presidente del Banco de España transmita ese consejo. ¿Por qué? Sencillamente, porque los presupuestos de este año, siendo más realistas que los anteriores, no son muy creíbles. Cuestión en la que abundó ayer el FMI rebajando a la mitad la previsión de crecimiento de España en 2011. Cierto que en materia de previsiones es fácil fallar, aunque hasta hoy el que más erró siempre fue el Ejecutivo. Pero lo de tener un «Plan B» parece de cajón, o sea, fundamental. Quiero decir que a cualquier persona con sentido común se le ocurre que hay que prever que las cosas sucedan de una forma, pero al mismo tiempo estar preparado para el caso de que esa previsión se incumpla. Y en esta ocasión más aún, pues las razones son fundadas: la economía no se está recuperando aún, pese a lo que algunos auguraron. Hay una clara tendencia al alza en Europa, particularmente en países como Alemania, que están haciendo los deberes. Pero aquí seguimos atascados, con el paro al alza, cierres de empresas, sin ánimo en los mercados y falta de confianza en general. Lo cual quiere decir que no se trata del escenario ideal para la ansiada recuperación. Y sí además resulta que 2011 es año electoral, peor aún. Las elecciones siempre llevan aparejadas gastos y una alegría presupuestaria que está reñida con el objetivo de austeridad. Luego el «Plan B» no sólo es aconsejable sino estrictamente necesario. Lo extraño es que no exista ya, y más aún que Salgado y Campa se enfaden porque a Fernández Ordóñez se le ocurre plantearlo. ¿Para qué está si no el presidente del Banco Central?. Como es lógico, para cumplir con su obligación y recordarle al Gobierno y a las autonomías cuál es la senda por la que deben transitar para no poner en riesgo financiero al país. Pero a Zapatero le molesta ese consejo y más aún a los ejecutivos regionales. Son hoy legión los gobernantes autonómicos que critican a Mafo, llamándole centralista. Las Comunidades son las vacas sagradas de la política española. Se puede criticar al Gobierno central y a los ayuntamientos, pero mucho cuidado con decirle a la Generalitat o a la Junta de Andalucía que la crisis también les afecta y que no pueden vivir y gastar como si nada hubiera ocurrido, que lo razonable es que pongan freno a su capacidad de endeudamiento. Porque las autonomías gestionan ya más de la mitad del gasto del Estado y cualquier plan de ajuste que se haga debe contar con ellas a efectos de evitar que se deslicen por el camino del derroche en altos cargos, funcionarios, empresas públicas, radios y televisiones, subvenciones y prebendas en general. La de las autonomías es, sin duda, la reforma pendiente de este país. No en el sentido de eliminarlas o amputarlas, sino en el de acotarles la capacidad de gasto y endeudamiento. En otras naciones se hace e incluso está penalizado el incumplimiento de los criterios de contención. Aquí nadie se atreve. Las Comunidades son sagradas. Se ve normal que disipen más de lo que deben y que nadie lo impida. Por eso es aún más necesario el «Plan B».