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OPINIÓN: Nietos

La Razón
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Pepe García Martínez, apodado el Grande, contó hace poco que entre los muchos nietos que tiene le ha salido uno cantor, tan desinhibido que hasta por teléfono se le pide que cante y se arranca con no sé qué copla generando gran admiración y contento por lo gracioso que resulta. Y no es eso lo más singular del crío sino el hecho de que sea rubio como por aquí no se estila y tenga los ojos azules de un color de los que sabe uno que tiene que ser de importación porque por aquí no tenemos costumbre. Es, además, más que blanco horchatero y bien criado, a lo nórdico, así que un cromo de crío que yo al principio pensé que era extraterrestre y así se lo hice saber a su madre, a su padre, a su mismísimo abuelo y a todo el que quiso escucharme: ese crío no es corriente, les dije, y ellos tampoco supieron darme explicación del fenómeno así que acabé pensando que la culpa tenía que ser del padre porque del maestro García no podía ser, que él es moreno y calvo, aunque esté feo el señalar, y de su hija menos, que es una morena racial. El caso es que viendo al padre, el Oché, sí que se imagina uno que tenga un hijo así, porque le queda un deje de crío grande que en su tierna edad y con todo su pelo bien pudo ser parecido al nieto del García. Y en esas estaba cuando me encuentro el otro día al crío con su madre, por la calle. Lo miré, le dije que su abuelo decía que cantaba y el crío se echó a reír con cara de no ser de este mundo, más bonico que un ángel y con cara de pillo. Y no lo pude remediar; le dije a su madre: nena, este crío no puede ser tuyo. A lo que ella, me parece que un poco harta, contestó: no, me lo he comprado en Ikea. Y, claro, ahora sí que lo entiendo. Es que no había contado yo con los centros comerciales de última generación.