Atlético de Madrid
Cristiano está mohíno
El baloncesto, por tener como oráculo la NBA estadounidense, nos ha traído tonterías lingüísticas que han contaminado el fútbol. Verbigracia: jugador franquicia y confundir marcar a un contrario con defenderle, pese a buscarle los tobillos. Sin embargo, nos ha contagiado del afán estadístico. El baloncesto se explica más con las cifras que con las opiniones. El fútbol también recurre a los datos. A Cristiano Ronaldo, a quien se ve mohíno, se le han contabilizado 191 minutos de juego, 29 remates a puerta y ni un solo gol. En baloncesto, estadísticas similares servirían para echar a los leones a un jugador. En el fútbol no ocurre lo mismo. A los delanteros se les aplica el beneficio de la duda al afirmar que los goles van por rachas.
Es lógico que la estrella madridista sienta la incomodidad de la insatisfacción. Él se siente obligado a ser siempre el mejor y los delanteros se adornan con las dianas. Le ocurre este año que no tiene bien ajustado el punto de mira.
Es natural que esté triste, pero no que haga desplantes a los compañeros, como el de fallar un remate y quedarse en fuera de juego lamentan su error, sin percatarse de que su obligación es regresar a la búsqueda de la pelota y no molestar a los suyos con su situación incorrecta y que anula cualquier acción posterior.
La aportación en goles no es la misma que la de la campaña anterior. Por ello no está injustificado que meta el dedo en el ojo de la afición, que paga por ver y no por aplaudir. Las palmas gratuitas son de la claque.
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