Crítica de libros

Por pelotas por Julián Redondo

La Razón
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Que el halago debilita y la crítica fortalece no es sólo una frase, una brillante frase, muy bien hecha. Debería ser una máxima, una forma de vida o un lema de cabecera. Las víctimas de la adulación –son víctimas, aunque se crean el centro del universo– no perciben el riesgo y se adhieren al piropo como lapas; desprecian a quienes en el cumplimiento de su obligación, profesional y moral, no les bailan el agua. Hincan el diente al «trending topic», al que hablen de nosotros, aunque sea mal, sin percatarse, en su inconsciencia, de que el bocado es indigesto y de que la frontera que separa el «TT» del «TS» o «ST» («trending stupid» o «stupid topic») es más irrelevante que los resultados de la primera jornada de Liga. Una tendencia pasajera, fútil, insignificante, etérea y baladí. El peloteo es oficio universal y los pelotas, sujetos y sujetas –va por usted, Bibiana TT–, inaccesibles al desaliento. Proliferan en bufetes, notarías, clubes de fútbol, federaciones, ministerios, gabinetes olímpicos, redacciones, diputaciones y ayuntamientos, por poner unos ejemplos. Son una plaga sobre la que ya en el siglo XVII avisó Quevedo: «Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada». En el XIX, otro escritor, el francés Valèry, abundó en la materia: «Cuando alguien te lame las suelas de los zapatos, colócale el pie encima antes de que comience a morderte». Hay un término medio entre el adulador y el espíritu de la contradicción, el crítico constructivo o quien huye de la verdad absoluta: ni algún traje olímpico ni algún diseño de David Delfín.