Papa

De ayer y de hoy por Ángel del Río

La Razón
La RazónLa Razón

En la Puerta del Sol está el «kilómetro 0» y en la vecina Plaza Mayor, la «zona 0» de la historia y el presente. En esta plaza, que antes se llamó del Arrabal, de la Constitución, Real y de la República, se verificaron autos de fe, ejecuciones, justas medievales, corridas de toros y celebraciones regias. Asentada sobre una antigua laguna, un día un grupo de nostálgicos quiso que en ella enterraran a Pérez Galdós, y en otro tiempo, un puñado de patriotas intentó que se fusilara en ella a los franceses en mayo de 1808.
Plaza Mayor, que también fue de los gremios, las alcahuetas, las cotillas botoneras que a punto estuvieron de provocar una separación real y de los ambulantes que hacían negocios. Plaza con estatua ecuestre, a cuyo caballo le tuvieron que tapar la boca porque en su vientre hallaron un cementerio de gorriones que entraban y morían ante la incapacidad de encontrar el camino de vuelta. Plaza que tuvo su Casa de la Panadería, con salón y balcón real, y su Casa de la Carnicería, ahora sin uso. Plaza Mayor, punto principal de encuentro para el turista que se lleva en la retina los claroscuros de los soportales. Plaza de los pintores de todo y de la nada, de las tiendas de souvenirs en buena vecindad con las de sombreros y efectos militares. Plaza con Museo, el del Jamón, y olor a bocadillos de calamares. Plaza con mendigos y hedor, el negativo de la foto. Plaza que tuvo árboles y parada de tranvía y que ahora tiene presente; lugar de encuentro de la historia con el futuro. La Plaza Mayor bien vale un paseo, una cerveza, la compra de un recuerdo, el olor a barniz rancio de un mostrador antiguo y una mirada al mimo que no se mueve, estático como el rey Felipe III a lomos de su brioso corcel.